La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

En las afueras de Londres

El teatro del absurdo es el que estrangula la comedia altoburguesa, la de las puertas que se abren y se cierran, la del amor escondido en la nada cotidiana. La alta burguesía es tema dramático desde que el tiempo es tiempo: Antón Chejov, por ejemplo, llevó el deseo de llegar a ser a los campos perdidos de la Rusia de los zares. Ramón Gómez de la Serna, Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura lo que lograron fue la risa congelada a cuenta de la destrucción del espectador. De esa cuerda tiró Eugene Ionesco (1909-1994) en la Francia recién liberada. "La cantante calva", su obra cumbre va de la deshumanización generalizada; es comedia surrealista y tragedia liquidadora. La vida se consume cuando desaparece la comunicación, cuando la señora Smith (Adriana Ozores) declina el menú de la comida "en las afueras de Londres" o cuando los señores Martin (Fernando Tejero y Carmen Ruiz) se encuentran en casa de sus amigos y descubren que, efectivamente, son los señores Martin. Eso es "La cantante calva": una suma de greguerías, chistes de cómic; es como un capítulo del Correcaminos, pero sin Coyote a sus espaldas o uno en el que el Coyote persigue no sé sabe qué porque el Correcaminos nunca estuvo allí.

El auditorio del Niemeyer se llenó hasta la bandera antes de anoche, pero me da la sensación de que no fue por el atractivo de Ionesco, me da que tuvo más que ver la presencia de un reparto de campanillas, encabezado por Fernando Tejero, sobre las tablas. Extraordinarios todos ellos, sobremanera, el propio Tejero, pero también Helen Lanzas, a la que le tocó hacer de la criada, el personaje con sentido en un mundo distraído que carece por completo de él. Ionesco sigue asustando, causa carcajadas incomprensibles y deja helado el alma tras el jolgorio atómico de greguerías que antecede al epílogo: descorazonador. No somos nada, lo sabe Luis Luque, el director del montaje -inmediatamente anterior a "Oleanna", que se estrenó en Avilés el año pasado-: los señores burgueses son señores tristes y los seis actores materializan esa tristeza con sabiduría. Y causan tristeza. Mimesis aristotélica sin querer: imitación de la vida derribada.

Otra cosa es preguntar si tiene sentido volver de nuevo a "La cantante calva". En un mundo de "portavozas", de "nosotras y nosotros" parece evidente que sí? La lengua se inventó para comunicar noticias entre un sujeto emisor y otro receptor. Lo que sucede cuando esta cadena se rompe en pedazos es lo que Ionesco intuyó en su obra más clásica de todas.

Compartir el artículo

stats