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Mujeres, viaje sin retorno

Un repaso crítico por algunas de las realidades más vejatorias de la discriminación femenina

Desde enero de 2017 somos 54 mujeres menos, 54 que no podrán volver a ver una puesta de sol, ni reír con sus amigos y familia, ni podrán cumplir aquellos sueños que un día tuvieron. Después de cada asesinato hacemos propósito de mejorar las cosas, de poner más medios de concienciar más a la sociedad, pero viendo el resultado nada parece mejorar, o peor aún, empeora cada día más.

El Código Penal debe ser implacable con estos delitos y la prisión permanente revisable debe ser aplicada en los casos de asesinato, no es posible que con una legislación tan laxa a la hora de enjuiciar un asesinato (sobre todo si es femenino) pretendamos que alguien pueda sentirse mínimamente temeroso a la hora de llevar a cabo sus propósitos. Los derechos humanos que tanto solicitan y preconizan algunas organizaciones para con los presos no alzan su voz para defender a las víctimas, y les recuerdo que cuando un asesino sale de prisión después de cumplir su pena, la víctima no se levanta de su tumba y comienza a vivir el resto de su vida.

Desde tiempos inmemoriales, las civilizaciones de la tierra han destruido aquello que siempre consideraron menos valioso, empezando por las niñas, que eran asesinadas al nacer por considerarlas poco valiosas y productivas, dando valor solo a la masculinidad y fomentando con ello el desprecio ancestral del que ahora "gozamos" y por el que cada día pagamos con nuestra vida.

No nos equivoquemos, ninguna mujer de la tierra está libre de un destino miserable, para cada una será diferente en función del país, continente o religión que profesen, pero al final todas estamos marcadas por el estigma del menosprecio y la desigualdad condenándonos a ser reproductoras de nuestra especie sin más esperanza que esas migajas que a veces nos venden como igualdad pero que no es más que la zanahoria que se le da al burro para que éste siga trabajando.

Brujería. Ese argumento está llevando a Tanzania a la extinción de centenares de mujeres en los últimos tiempos. Ciertos brujos de las tribus están condenando a morir en la hoguera, a pedradas o machetazos a las mujeres por supersticiones o por miedo, pero al final son ellas las que pierden la vida.

En India, Latinoamérica, África, Asia u Oceanía, las indígenas representan la humillación de la mujer; pobreza, casta y miseria. Pero por si eso no fuera suficiente, ahora se las condena a coser de la mañana a la noche sin descanso para hacer inmensamente ricos a miserables sin alma ni escrúpulos que después nos venden esa ropa a nosotras, mujeres de este primer mundo que nos consideramos más afortunadas que ellas, pero que tenemos que vestir esa ropa porque es barata y nuestro sueldo mínimo con pagas extras incluidas (la que trabaja ) no nos permite ni siquiera pensar en un dispendio mayor. Eso sí, para calmar alguna conciencia -buen, o por dar salida al dinero- se dan regalías a nuestra sanidad, la cual está inmensamente agradecida porque así no tendrá que gastar el dinero en algo tan poco productivo como la salud. Y de paso juegan a no querer saber de dónde sale tanta generosidad y a qué alto precio lo pagan todas y cada una de las mujeres que hacen posible esa generosidad.

Las empresas farmacéuticas invierten más dinero en investigación de medicamentos dedicados al mundo masculino que al femenino: ¿sabían que tienen más índice de curación los canceres de próstata y de testículos que los de útero o mama? Preguntadas sobre esto, las farmacéuticas argumentan que la genética femenina es más compleja que la masculina y por lo tanto los resultados se consiguen antes en ésta, pero la realidad es que se invierte menos cantidad de dinero y se dedica menos personal y recursos a la investigación específica para mujeres. No interesa, al fin y al cabo somos ciudadanos de segunda clase y esos recursos se invierten en objetivos más productivos.

Dejo para el final, la penúltima humillación, la posible legalización del embarazo subrogado, al cual me opongo desde el convencimiento del daño físico y moral de la degradación que supondrá para las mujeres con menos recursos, que se verán abocadas a tomar esa medida como forma de subsistencia, que por supuesto siendo legal supondría solo una mejora transitoria, solo mientras durara ese embarazo, y después vuelta a empezar. ¿Qué pasará cuando el resultado de ese embarazo no sea del agrado del cliente?, ¿se las eliminará? Lamento que algunos países de nuestro entorno hayan caído en esa tentación y espero que el nuestro sea pionero en la preservación de nuestros derechos, lo contrario sería un viaje sin retorno que todos lamentaríamos.

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