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Vita brevis

Semana barroca

Evolución de las celebraciones católicas ante el inicio de los días de Pasión

Había un refrán antiguo que decía: "Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos". Viene la cosa de que en otros tiempos se celebraba mucho ese día y las gentes se ponían sus mejores galas, que incluía el estreno de prendas de la nueva temporada primaveral. Se suponía así que quien no estrenara algo es porque no tenía manos, en el sentido de que carecía de trabajo, o sea, que era pobre de solemnidad.

Como todo el mundo sabe, el Domingo de Ramos es la antesala de la Semana Santa, que es ese tiempo de la liturgia cristiana que conmemora la celebración de la última Pascua judía por Jesús y su posterior prendimiento, pasión, muerte y resurrección, según se relata en los Evangelios.

Las celebraciones de la Semana Santa, al igual que el resto de los ritos religiosos de la Iglesia Católica, se vinieron haciendo tradicionalmente en latín, que era el idioma que hablaban los romanos, pero que con el tiempo fue evolucionando y dando lugar a las diversas lenguas romances, que eran en las que se entendía la inmensa mayoría del pueblo inculto y poco viajado. En esta jerigonza popular escribió Gonzalo de Berceo cuando advertía al lector: "Quiero fer una prosa en román paladino, / en qual suele el pueblo fablar a su vecino, / ca no son tan letrado por fer otro latino; / bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino". Sólo los letrados, que eran los que sabían leer y escribir, entendían latín, pues esta lengua popularmente muerta seguía siendo la utilizada en las universidades. Así que únicamente los pocos que habían asistido a estas instituciones de enseñanza o al menos a las escuelas de gramática podían comprender lo que se farfullaba en las liturgias, que un gran número de clérigos recitaba sin conocimiento, porque tampoco lo entendían.

Con la Reforma protestante se abandona el latín como lengua de culto religioso, aunque en algunas universidades elitistas se mantuvo su uso hasta hace bien poco, al menos para escribir las tesis doctorales, como en Oxford y Cambridge. Tal vez sea esa la causa del embrollo que se ha formado con el misterioso máster de la señora Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid; que no hay manera de localizar el trabajo que hizo porque es posible que lo escribiera en latín.

Los protestantes simplificaron la liturgia traducida a las lengas vernáculos, dando gran importancia al canto y a la música, que es un idioma universal. De ahí que surgieran grandes compositores al servicio de los cultos luteranos y, entre ellos, de las solemnidades de la Semana Santa, como Johann Sebastian Bach con su impresionante "Pasión según San Mateo", que se estrenó en la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig y que ha sido comúnmente interpretada en los servicios luteranos del Viernes Santo. Es tal vez la culminación de la música barroca, que se utiliza como instrumento propagandístico que refuerza el sentido y los sentimientos de los textos evangélicos que acompaña.

Tras la Contrarreforma del Concilio de Trento la Iglesia Católica siguió utilizando el latín en su liturgia hasta el Concilio Vaticano II, que a muchos extrañó. Puede al efecto recordarse esa anécdota de una feligresa que asistió a la primera misa en castellano que celebró el cura de su iglesia. Comenzó el clérigo diciendo: "El Señor esté con vosotros". La mujer puso cara de sorpresa y una beata más avisada que compartía banco se percató de ello y, movida por la caridad cristiana, le explicó a su vecina: "Eso quiere decir Dominus vobiscum".

El pueblo católico no entendía los latines, pero comprendía los relatos de la Pasión a través de las estatuas realistas con las que poblaron los templos los imagineros barrocos. Qué mejor propaganda que sacar aquellas imágenes por las calles de las ciudades y las villas. Cualquiera podía entender el sentido y los sentimientos de la Pasión con la sola visión de las procesiones penitenciales de una Semana Santa tan barroca.

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