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La gasolina que viene

Una reflexión sobre la evolución del precio del carburante

No sé si estarán siguiéndole la pista a cómo evoluciona el precio de la gasolina pero les aseguro que resulta apasionante. Yo había dejado de preocuparme, un poco por cansancio y un mucho por aburrimiento. Hacía lo que hacemos todos: pedía que me echaran cincuenta euros y jugaba al acertijo de ver donde quedaba la aguja que marca el depósito. Cada vez más abajo, claro. Por eso volví al tema y traté de enterarme de qué estaba pasando.

Fue, por así decirlo, la curiosidad del ocioso. No esperaba grandes novedades, esperaba lo clásico. Que el petróleo es finito y se agotará dentro de no sé cuántos años, que ha subido el barril de Brent y que los países árabes se cabrean de vez en cuando y dicen hasta aquí hemos llegado. Lo único que me extrañaba era que los tres factores coincidieran en manifestarse en determinadas fechas como la Semana Santa, el puente de mayo o las vacaciones de agosto, pero las casualidades existen y también la Ley de Defensa de la Competencia que, según las autoridades, evita que las gasolineras se pongan de acuerdo en el precio. Así que podía estar tranquilo. La reciente subida se debía a la voracidad especulativa de un sector que sabe que en vacaciones la gente no deja de viajar porque la gasolina suba unos céntimos. El hecho de que los precios subieran, debía ser coyuntural.

A mi tranquilidad contribuía que los carburantes habían bajado durante la crisis, el euro estaba fuerte, la producción y venta de coches eléctricos iba en aumento, los transportes públicos y alternativos ganaban terreno en las grandes ciudades y el fracking hacía que la extracción de petróleo tuviera un costo cada vez más bajo.

Así es que, en mi ingenuidad, no puedo decirles a cuanto me salía el litro porque el cálculo es complicado y más para mí que soy de letras, pero no andaría lejos de lo que pagan en los Emiratos Árabes, donde la gasolina está 0,50 euros. Pongan, si quieren, Estados Unidos. Allí es más cara pero, aun así, la pagan a 0,64. Lo que les digo era una fantasía. Yo casi me conformaba con seguir echando cincuenta euros y que la aguja del depósito marcara lo mismo que antes de Semana Santa o el puente de mayo. Estaba convencido de que las gasolineras habían querido hacer caja y se conformaban con eso. Pero cuando uno se mete en el lío y quiere saber cómo están las cosas, suele acabar con la sensación amarga de que era mejor no saberlo.

Fue así como me enteré del gasolinazo. De que la gasolina había subido por capricho y seguirá subiendo por obra y gracia de Donald Trump, que ha roto el acuerdo nuclear con Irán y coloca a Europa, y en especial a España, en un escenario en el que se ha disparado el precio del petróleo con la consecuencia inmediata de que afectará, de forma muy seria, a la reactivación económica y, previsiblemente, al empleo. Pero ahí no acaban nuestras desgracias porque a lo que suba la gasolina, que será mucho, hay que sumar que el Gobierno tiene previsto, en los Presupuestos Generales del Estado, incrementar en cuatro céntimos la fiscalidad de la gasolina en enero de 2019. De modo que pueden echarme la bronca si quieren por ponerles al tanto de algo que quizá fuera mejor no saberlo.

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