Estimado Ángel María Vilaboa:

Confieso que no te conocía antes de la entrevista que ha publicado LA NUEVA ESPAÑA. Tu inminente ordenación como sacerdote me ha motivado para enviar estas sencillas y sentidas reflexiones. Te felicito y rezaré por ti, ser sacerdote es algo digno de alabanza, especialmente, en estos duros tiempos de increencia en los que los sacerdotes son objeto de especiales ataques y descalificaciones, sin más fundamento que la fobia católica. He leído la muy buena entrevista que has concedido a LA NUEVA ESPAÑA en su edición de Avilés, para toda Asturias. Lo primero que me llamó la atención es tu imagen inconformista y alejada de los tópicos antiguos del seminarista modosito y casi en estado de éxtasis con su acicalada sotana y fajín, o aderezado con el más moderno clerygman. Pero detrás de tu apariencia clerical tan poco convencional con tus barbas y melena y sentado en las escalares de tu parroquia de Santo Tomás, se puede percibir, sin embargo, por tus acertadas respuestas, una persona humilde y sencilla, que conoce las exigencias y las renuncias que exige ser elegido para desempeñar la misión más grande que puede desempeñar un ser humano: celebrar la Santa Misa (eucaristía) y perdonar en el sacramento de la Penitencia los pecados, algo que humanamente es inconcebible.

Nunca pensaste en ser sacerdote porque, entre otras aspiraciones, deseabas formar una familia y tener hijos. Por eso, te dedicaste a prepararte para una de las profesiones más demandas en la actualidad, ingeniero informático, con empleo seguro y bien remunerado. Cambiaste el hardware y el software por los ciencias del espíritu, tan infravaloradas como ignoradas, como son las teológicas y bíblicas, lo que supuso para ti un duro y exigente reto. A todo renunciaste, menos a tus aficiones favoritas, deportivas y televisivas. No fue sencillo, pero sí confortante y posible por tu amor a Dios, que lo ha hecho posible, como con gratitud confiesas.

Será el de 20 de mayo, buen mes para el sacerdocio, el mes de la Virgen María por excelencia, que este año tiene para los asturianos un significado histórico muy especial, pues se conmemoran los centenarios de la fundación de la Reino de Asturias y de la coronación canónica de la que es la Reina de Montaña, que tiene por trono la cuna de España, que no es otra que Covadonga. Ese día, el señor Arzobispo, Fray Jesús, te impondrá sus manos y con el óleo santa consagrará las tuyas. Una semana después, la parroquia de Santo Tomás que te vio nacer y en la que viviste los sacramentos del Bautismo, la Eucaristía, la Penitencia y la Confirmación, te acogerá de forma muy singular con la celebración de tu Primera Misa con presencia emotiva de familiares, amigos y parroquianos. Tu familia en la que creciste en la fe que viviste con tus padres, cuya máxima aspiración era tener un hijo sacerdote, emocionada ve cumplido en ti su deseo. También estarán presentes tus muchos amigos, que cuando les comunicaste tu vacación sacerdotal pensaron que te estaban quedando con ellos y vacilándolos, pero que pronto se dieron cuenta que la cosa sacerdotal iba muy en serio.

Como decía el que fue hasta hace unos meses párroco de Santo Tomás, José Antonio Montoto, cuando le preguntaron por la falta de candidatos al sacerdocio, además de la indiferencia y la enemistad hacia las vivencias religiosas en una sociedad en la que el laicismo negativo y sectario quería imponer sus prejuicios anticatólicos, ser sacerdote hoy implica ser santo o quijote. Tú, quizá seas un poco de cada cosa, pero lo seguro es que te ayudó el pertenecer a la honrosa cofradía juvenil de los "sanjuaninos", en donde además de las experiencias intensas de amistad y de trabajo, viviste con profundidad las que tu describes como de Fe que te llenan de lágrimas, experiencias que están ahí para siempre. Fue la primera semilla que hoy dan su gran fruto: tu consagración sacerdotal.

Desde ahora ya no vivirás como un cura en el sentido peyorativo y despectivo con el que utiliza esa expresión cierto anticlericalismo sectario y ridículo. Te espera un vida con mucho trabajo y poca o ninguna vacación, porque la demanda de los servicios católicos son más y los sacerdotes menos para poder acercar los personas a Dios. El final del camino que iniciaste hace siete años acaba el día 20. Te espera un futuro lleno de posibilidades sirviendo a Dios como sacerdote de la Iglesia Católica.