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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

La tela de araña

No la llama tela de araña, Pepita (la persona que encarna Laura Toledo) dice que "la política es una araña pelúa". Esta mujer, "la mejor costurera de Madrid", era de Córdoba y tuvo una larga vida. Murió hace tres años. Tenía 91. Su historia se convirtió en parte de los cimientos de "La voz dormida", la última novela de Dulce Chacón: las mujeres de la posguerra, la tragedia de un país en silencio? El director de cine Benito Zambrano, el de "Solas", hizo una película con el libro de la Chacón y Cayetana Cabezas, ahora, ha convertido a aquella mujer en personaje dramático. La película se centraba en Hortensia, la hermana comunista. Cabezas centra su versión teatral, sin embargo, en Pepita, la hermana desubicada. La actriz Laura Toledo es quien da cuerpo y voz a un personaje que, sin pretenderlo, se convierte en paradigma nacional: una mujer sin ideología, pero muy enamorada, una historia perdida en un país perdido. Esto es lo que se representó antes de anoche en la sala club del Niemeyer, un monólogo inquietante, una historia triste, una derrota, una humillación, un desconsuelo y, al final, una sonrisa.

Julián Fuentes Reta, que es dramaturgo y que, como director presentó no hace mucho en el teatro Español "Ushuaia", de Alberto Conejero, firma el espectáculo que se desarrolla sobre un escenario en el que cobra especial protagonismo una máquina de coser que expele hilos de araña que van a terminar atrapando a la mujer que dice que no es nacional, ni comunista, que es "de los demás", que fue el sitio en el que se movieron tantas familias que asumieron el fracaso, el abandono de los aliados, y un futuro por delante en un Estado carcomido por el pecado y la falta de futuro.

Laura Toledo sobrecoge cuando es Pepita, con ese acento tan marcado y tan natural, cuando sonríe en el primer encuentro con Jaime, su amor de toda la vida, cuando descubre que don Fernando es comunista? y médico. Laura Toledo se doctora con un trabajo artístico feraz, feraz porque consigue que preguntas olvidadas florezcan entre los espectadores, que todos hemos tenido abuelas como aquella Pepita, ancestros como aquellos exiliados en el "Tulú de la Francia". Un monólogo que roza la tragedia, que termina, sin embargo en "perfomance", una especie de nota de distanciamiento que, en vez de ayudar a digerir la peripecia de esa mujer, aleja a los espectadores. Y es una lástima. Cayetana Cabezas escribe su versión con claridad meridiana.

La historia poderosa de Pepita es mayor con Laura Toledo. Se llevó los aplausos de una sala conmovida. Se habían vendido todas las entradas. El teatro pequeño es grande si se presenta con la destilación que lo hizo el sábado la compañía de Salvador Collado, la de "Tebas Land" o "La puta enamorada". Persigan "La voz dormida". Será un gusto despertar.

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