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Toda una vida

Claudio no para

Desde su temprana retirada del fútbol, el exguardameta del Sporting convirtió el deporte en una rutina diaria que abarca desde la natación hasta el pádel o el ciclismo

Claudio, en la piscina del Grupo Covadonga. Abajo, posa como portero del Arosa en la temporada 1973-74. El segundo por la derecha es Jiménez. ÁNGEL GONZÁLEZ

Desde que era un chaval en su pueblo gallego (Carril, Pontevedra, 23-10-56), Claudio Silva García no ha podido estarse quieto ni un solo día. Formó parte del mejor Sporting de la historia e incluso fue un actor principal de aquel partido en El Molinón frente al Atlético de Madrid inmortalizado en la oscarizada "Volver a empezar". Una lesión mal curada cortó su carrera profesional en el mejor momento, pero no le impidió seguir haciendo deporte, casi cualquier deporte. Desde su jubilación como bancario, el año pasado, tiene todo el tiempo del mundo y buena parte lo emplea en hacer ejercicio. Claudio no para.

Portero porque sí. "De pequeño, en Carril, jugaba en la calle. No había instalaciones, sólo teníamos el balón y marcábamos las porterías con dos piedras. Jugué siempre de portero, no sé por qué. No me llevé grandes golpes, sólo una vez llegué con el ojo hinchado por una patada. Tampoco rompí chandalls porque no había. A los 9 años me fui a un internado a Santiago, al colegio Peleteiro, donde se practicaba mucho el baloncesto y balonmano. También jugué de portero y quizá por eso después decían que hacía paradas de balonmano. Casi tiene que estar más loco que el portero de fútbol porque antes no estaba prohibido tirar a la cara. Hasta los 17 años mis deportes fueron el baloncesto y balonmano, al fútbol solo jugaba con los amigos. Con 15 años debuté en categoría absoluta con el Carril de balonmano, que de aquella jugaba en la misma categoría que el Academia Octavo o el Chapela. Destaqué bastante y en 1970 quiso ficharme el Barça. Me lo contaron a posteriori porque mis padres no quisieron saber nada del asunto. Me fastidió porque estudiaba bien y podría haber seguido con la carrera en Barcelona. No creo que hubiese tenido éxito, por la envergadura. Destacaba en juveniles porque era muy valiente, estaba chiflado. Entrenábamos todos los días a las 8 de la mañana, al descubierto. Era el mejor momento del día".

Cambio de balón. "En la última temporada de juvenil fiché por el Arosa de fútbol porque necesitaba un portero. El entrenador del Arosa era amigo del seleccionador gallego, le habló de mí, me convocó y jugué todos los partidos pese a que el otro portero era Buyo. Ese año debuté con los mayores, ascendimos a Tercera y ahí empezó todo. Al principio seguí jugando a baloncesto y balonmano, pero en Tercera éramos casi profesionales. Para el fútbol no tenía base, solo unas condiciones naturales. Empecé a trallarme con un entrenador, Viesca, con el que después coincidí en el Sporting. Era una gozada, le gustaba mucho entrenar a los porteros. Esa temporada debuté aquí, contra el Siero. Hice un partido muy bueno y me vio Enrique Casas. Además, Viesca era muy amigo de Novoa y el Sporting nos fichó a la vez a Jiménez, Nartallo y a mí".

Un partido de cine. "Me lo pensé mucho porque en Carril tenía toda mi vida. Había empezado a estudiar Económicas, pero me pasé a Magisterio y cuando vine ya estaba en tercero. Jiménez y yo vinimos todo el camino llorando. Los primeros años se hicieron duros porque tardé mucho en debutar con el primer equipo. Siempre jugaban Castro o Rivero. Coincidió que jugué el partido contra el Atlético de Madrid que sale en "Volver a empezar" porque a principios de temporada se lesionó Castro y Miera optó por mí. Se recuperó justo para el siguiente partido, pero se volvió a lesionar y jugué la temporada casi completa. Cuando se suponía que iba a tener continuidad llegó Boskov. No me llevó ni a la pretemporada y me quedé en Mareo entrenando con el filial. Me marché cedido al Cádiz y salió todo perfecto. Jugué todos los partidos y ascendemos. Volví a ilusionarme, me traspasaron, pero mis compañeros me avisaron de que si descendíamos me iban a echar. Así fue. Dejé el fútbol, pero un año después coincidí en Madrid con Héctor Núñez y me convenció para fichar por el Rayo. Iba todo bien, pero en un partido me rompí la tibia y el peroné. Me quisieron acelerar la recuperación y acabé con una pseudoartrosis. Gracias al doctor Guillén no quedé cojo, pero me tuve que retirar con 30 años".

Ni un día sin deporte. "Durante el año que estuve parado entrené a balonmano con el Grupo Covadonga y jugué con el Tradehi de fútbol sala. Al volver a Gijón, como había terminado la carrera, di clases en el colegio San Lorenzo, sobre todo de Educación Física. Además de jugar con los veteranos del Sporting empecé a hacer tenis y padel. No puedo estar ni un día sin hacer deporte. Desde que me jubilé, el año pasado, por las mañana hago natación o gimnasio y por la tarde juego un partido o dos. Y los fines de semana salgo en bicicleta con un grupo en el que están Cundi, Redondo o el doctorMaestro. Ya hicimos alguna subida importante, como la del Angliru y Los Lagos. Y completamos el Camino de Santiago desde Roncesvalles. Me gustan todos los deportes y disfruto mucho con el padel porque puedes jugar con gente de distinto nivel. Siempre me habían hablado muy bien de la natación, pero yo creía que era muy aburrido. Me inicié en un curso con Jorge Carril y estoy entusiasmado. Es un deporte exigente, en el que notas como mejoras día a día y en el que no suele haber lesiones".

El espejo de Vega-Arango. "El día que no hago deporte me falta algo. Algunos dicen que soy vigoréxico o hiperactivo, pero lo hago porque me siento bien. Me gusta madrugar, no fumo ni bebo, así que es una buena manera de pasar el tiempo. Además, mi mujer es hija de Moncho Palacio, que fue campeón de Asturias de tenis y jugó al baloncesto. También jugué al golf, que me enganchó hasta que conseguí bajar del handicap 28, pero lo dejé hace diez años porque se queman pocas endorfinas y la espalda se resiente. Haré deporte hasta que el cuerpo aguante. Manuel Vega-Arango es mi guía. Juega todos los días un partido de tenis a los setenta y pico años. El día que me digan que no puedo hacer deporte, que me entierren".

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