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Los Schmidt de Laviana

Moisés y Pablo Sánchez, padre e hijo, comparten vestuario esta temporada en el equipo senior de baloncesto de Primera División Autonómica

Los Schmidt de Laviana

Corría la temporada 2003 en el campeonato brasileño de baloncesto. La mayor leyenda del mundo de la canasta del país carioca, Óscar Schmidt iba a cumplir un sueño. A sus 45 años de edad, y tras conseguir batir el récord histórico de puntos anotados -con 49.703- compartía cancha con su hijo Felipe. Ambos lo hicieron con la camiseta del Flamengo.

En la presente temporada, la dinastía de los Sánchez sigue, en el Clun Baloncesto Laviana, el ejemplo de los Schmidt. Moisés, de 37 años, comparte cancha con su hijo, Pablo, que en se encuentra en edad cadete pero que es un habitual en las convocatorias del equipo senior, que compite en Primera División Autonómica.

Moisés comenzó a jugar hace 28 años. Después de pasar por las filas del Valnalón, formó parte del Grupo Covadonga, para después regresar a Laviana en su etapa como senior. Su regreso al equipo de su localidad estuvo vinculado a su labor como técnico, consciente de recuperar los equipos base de la entidad.

Por su parte, Pablo empezó a jugar a los seis años en el equipo del colegio. La tradición baloncestística le venía de familia. Su padre fue su primer entrenador. Exceptuando dos temporadas en el Grupo Covadonga -donde llegó a ganar el Campeonato de Asturias- siempre ha estado vinculado al equipo de Laviana.

Ambos coinciden en que compartir vestuario es algo "extraño". Sin embargo, Moisés se siente "gratificado, pese a ser una situación compleja, ya que también entreno a Pablo en el equipo cadete". Pablo cree que tener a su padre en la cancha es "un orgullo" y admite que "en casa se habla muchísimo de baloncesto". Además, considera que "es la suerte de tener un padre joven" y admite que "de pequeño sí me había imaginado jugando con él, pero es algo que veía muy a lo lejos".

Sin embargo, Moisés y Pablo juegan en distintas posiciones. El padre actúa como pívot o ala-pívot. Su fuerte está en la pintura. Mientras tanto, Pablo se encarga de dirigir el juego. No es tanto un base anotador, sino un jugador con una gran visión y capacidad de dirección. "Al ser un jugador interior, no chocamos nunca en los entrenamientos", apunta Moisés. A Pablo se le hace extraño, como base que es, dar órdenes a su padre. "En casa manda él, pero en la cancha me toca a mí dirigirlo", señala.

A lo largo de esta temporada se ha producido la siguiente situación en varias ocasiones. Pablo maneja el balón y da una asistencia de canasta a Moisés. "Es un orgullo recibir una asistencia suya", declara Moisés. Ambos han coincidido en el quinteto inicial en muchas ocasiones. Pablo considera que dar una asistencia a su padre "es algo especial".

El entrenador del Club Baloncesto Laviana, Fran Sánchez, maneja la situación con mucho tiento. "Es algo que nunca me había pasado y es raro que vuelva a sucederme", apunta. Para el técnico, la situación cobra más mérito ya que "Pablo es cadete y se está saltando la etapa juvenil para jugar con el senior", apunta.

A Sánchez, cuando padre e hijo discuten en una jugada, le cuesta reprimirse a la hora de recordar la relación paterno-filial. Frases como "Pablo, dile a tu padre que corte a canasta" son pronunciadas por el técnico en medio de la sesión. "Sin embargo, en el caso inverso, no me ocurre", admite el entrenador.

"Pablo es un jugador con mucha calidad y con un gran futuro, pero quizás le añadiría algo del carácter de Moisés", cree el entrenador. Para Fran Sánchez, Moisés es "un pívot que se crece en partidos en los que se mide a jugadores mucho más altos que él".

Moisés quizá cuelgue las botas en la próxima temporada. Sin embargo, antes de hacerlo podrá decir que siguió los pasos de un mito del baloncesto como Óscar Schmidt y que anotó sus últimas canastas con un testigo muy especial dentro de la cancha, su propio hijo.

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