La Ruta del Oso la iniciamos en el pueblo de Perlavia (400 m de altitud media), nombre procedente del topónimo "per la vía" o paso del camino de verano a Castilla, que se accede por la carretera AS-313, distante unos cuatro kilómetros de la localidad de Trubia. Recorremos el pueblo de arriba abajo en medio de un laberinto calayil jalonado de prados, cultivos, con buenas casas de arquitectura tradicional, salpicada a lo largo del mismo de una ermita bajo la evocación de San Antonio y hórreos y paneras bien conservadas, con tallas y relieves artísticos. En el lugar más profundo del pueblo se estaciona el coche tomando a continuación el camino real a Sama de Grao y a Castilla por el Camín Real de La Mesa, ruta que ya controlaba en el siglo XII el conde Gonzalo Peláez, coetáneo de Alfonso VI, desde su estratégico castillo. Denominado "Ruta del Oso", está señalizado con azulejos con la figura de ese animal, que arranca en el barrio de La Riera de Trubia. Avanzamos al Oeste por la ladera meridional del pequeño cordal de Corona, que tiene a sus pies al valle del río Trubia. Muy pronto y ante el panel informativo, nos introducimos en la zona umbría a la sombra de castaños, robles y otros elementos florísticos por donde el amplio camino navega con sucesivos toboganes hasta la llegada al collado del Castiellu, abierto entre el pico Bobia y la propia peña del Castiellu. Aquí existe una encrucijada de caminos. A la derecha marcha uno en dirección al antiguo caserío de Guanga, Linares y Sama de Grao, mientras que un sendero se dirige, desde el collado, al viejo molino que está en estado ruinoso y hacia la primera de las cascadas más importantes del río Guanga que desde allí se desploma hasta el río Trubia. Contemplar, incrustada dentro de un paraje de ensueño, dicha torrentera de agua es un espectáculo sonoro y paisajístico.
Retornamos al collado y nos dirigimos a la cima de la peña del Castiellu accediendo por su ladera septentrional y única vía de aproximación donde suelen proliferar rebaños de cabras. Seguimos la huella del sendero que sortea como puede los restos de la muralla que sostenía el castillo hasta encaramarse en su breve cima, contorneada con vertiginosos desplomes donde se levantan una cruz hecha de cristal y un buzón montañero y un belén (396 m) -2,4 km en 1 h y 10 min de marcha-. Esta cumbre nos muestra un hermoso horizonte de Trubia y los paisajes que rondan su valle y de manera destacada el pueblo de San Andrés ubicado a sus pies.
De regreso al cauce del río Guanga vamos a reconocer la segunda cascada, pero esta vez desde su parte más alta a la que solamente podemos contemplar desde arriba por las dificultades del terreno, lo que confirman los cordinos allí preparados para descolgarse por ellos. Desde este lugar caben dos rutas alternativas de descenso hacia San Andrés. El más próximo al cauce del río nos regala la reata de cascadas que se suceden una tras otra. Pero en contrapartida resulta muy peligroso por su gran desnivel con arenilla muy suelta que aumenta su riesgo cuando tiene el terreno húmedo y con el añadido de que me llegaron noticias de que tal ruta discurre por una finca privada. Lo he recorrido hace algún tiempo y por la experiencia personal propongo, por lo tanto, el descenso a San Andrés siguiendo la traza señalizada que se arrima inicialmente a la pared meridional de la fortaleza. Tras superar las sucesivas revueltas de nuevo nos introducimos en el bosque de castaños por donde el sendero traspasa un arroyo. Es el momento de cruzar por el barrio de la Carrilona donde el camino amplía su traza, topándonos al poco tiempo con el segundo panel informativo. De esta guisa llegamos a la carretera, km 5,2 de la AS-228. Desde este punto nos dirigimos hasta el viejo puente sobre el río Trubia y hacia el arranque de la carretera local que sube a Castañedo del Monte. Allí se localiza el aparcamiento, el lavadero público y una buena fuente, donde damos por finalizada esta bella travesía montañera.
