Un grupo de científicos afirma que, de aquí a unos pocos años, vamos a entrar en una nueva era glacial. Dejando a un lado que esta noticia corrobora una de mis teorías que más rechazo ha generado en las tertulias cervecero-sherlockianas de Noreña (la de que el hockey sobre hielo es el deporte del futuro), la proximidad de esa glaciación es una seria amenaza para las romerías estivales tal y como las conocemos. Imagínense el Carmín con la peña acudiendo al prau con plumífero y cambiando la sidra por un caldo ("el mío con un chorrín de vino, por favor"). Las fiestas serían como en Finlandia, vamos. Un colega, que estuvo allí de Erasmus, me contaba que el alcohol era carísimo (como aquí la calefacción, vamos), y que en una fiesta sólo había para tomar una crema de vodka que se untaba en galletas. Visto así, habrá que confiar en que los científicos se equivoquen, o al menos que Jenaro Soto invente algo para salvar las fiestas cuando llegue la edad de hielo.
