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Periodista

Impecable

El recuerdo imborrable de alguien que sin saberlo dejó huella

Hay un puñado de personas importantes en la vida de cada uno que jamás llegan a enterarse de que lo han sido. Es una ley no escrita, tan común como injusta y egoísta. Tal vez de esa mala conciencia nace este desahogo, como si fuera el manotazo de un ahogado. Malditamente inútil, pero instintivo y casi inevitable.

Hace menos de una hora que la fatal y -para mí- inesperada noticia se me ha anudado en la garganta. La rabia inicial ha ido dejando paso a una angustiosa tristeza; una pena fría. Ha muerto José Aurelio Álvarez; José Aurelio, a secas, porque en La Pola nunca necesitó un apellido.

Se ha ido un ex alcalde cercano y honesto, y también un abogado inteligente y agudo. Con eso sería suficiente para honrarlo en tiempos de valores tan famélicos, pero en el caso de José Aurelio es lo menos importante, porque quien verdaderamente nos ha dejado es una persona impecable.

La estúpida "necrofilia" de los españoles nos hace muchas veces ponerlo todo perdido de buenas palabras sobre las personas que se van para siempre, aunque no las merezcan. En el caso de José Aurelio puedo asegurar que en veinte años nunca escuché a nadie una sola mala palabra sobre él. Y resulta oportuno recordar de nuevo sus profesiones: político y abogado.

Conocí a José Aurelio cuando él iniciaba sus cuatro años de alcalde y yo arrancaba mi carrera como periodista. Los dos empezábamos, pero yo no tenía nada que enseñarle, y sin embargo de él aprendí mucho. Era un alcalde "glocal": comprometido e implicado en lo local, y constantemente interesado por la política internacional; en tiempos en los que siquiera Europa parecía una quimera. Nada le resultaba ajeno, todo le interesaba.

Siempre cariñoso y atento, siempre cercano y siempre dispuesto a escuchar y ayudar. Desafortunadamente José Aurelio ya nunca lo sabrá, pero ha sido una persona importante en mi vida, y seguro que en la de otras muchas personas que tampoco encontraron el momento de decírselo. Sus familiares, sobre todo su esposa, Rosana, y sus hijas, Lucía e Isabel, deben sentirse muy orgullosos de él. Yo lo estoy de haber sido su amigo.

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