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La linterna mágica

Honor entre pilotos

Dentro de mis múltiples y extrañas aficiones, siento auténtica pasión por los deportes de motor, especialmente el Dakar y la Fórmula Uno. Esto resulta extraño para alguien que no se sacó el carnet de conducir hasta los 29 años, pero lo que me fascina es la mística de esos deportes. Del Dakar me enamoró el gran Ari Vatanen, de quien tenía una pegatina en la cabecera de la cama cuando era guaje. En la Fórmula Uno, de chaval era de Mansell y, después, de Damon Hill. Hace poco pude ver "Rush", vibrante película sobre el duelo Hunt-Lauda, y me emocionó el relato final del segundo sobre su rival, al que respetaba y admiraba. Cuando hay ese reconocimiento a los méritos del otro, la rivalidad, deportiva o de otra índole, es algo hermoso. Por eso aplaudo a la sociedad de festejos "Santa Isabel", que respalda la concesión de la medalla de oro de Siero a Manolito "El Pegu", que pilota para la "escudería" rival de El Carbayu. Es un gesto de caballerosidad. Como los de Damon Hill.

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