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Despacito y buena letra

Pedro, te equivocas...

Ante la confrontación entre creyentes y no creyentes planteada por el PSOE en clave electoral

En pleno auge del catolicismo español, cuando la fe razonada preconizada por el Concilio Vaticano II es una realidad gozosa, cuando hace escasos días (18 de octubre de 2015) fue canonizada la madrileña María Isabel Salvat Romero, más conocida como María de la Purísima de la Santa Cruz, cuando hace unos días, el 23 de octubre, la Orden de San Juan de Dios recibió el premio "Princesa de Asturias" de la Concordia, cuando aún estamos saboreando los frutos del Quinto Centenario del nacimiento de San Teresa de Jesús, y recién conmemorada, también el día 23, la festividad de San Juan de Capistrano y folixa en la parroquia maliayesa de su mismo nombre, mi conciencia, dentro del máximo respeto y consideración que se merece un posible Presidente de Gobierno, me lleva a escribirle estas letras antes de que empiece la campaña electoral, pues da la impresión, a partir de sus últimas propuestas electorales, de que quiere poner en el centro de la confrontación electoral la creencia o no de los españoles, especialmente la de quienes nos consideramos católicos, a pesar de nuestras limitaciones y defectos, y esto me parece una gran equivocación, pues supone desconocer la idiosincrasia de nuestra tierra, que está impregnada de catolicismo en casi todo, se crea o no se crea, y basta para ello recordar que la cruz es el símbolo de la bandera de Asturias, que la torre de la Catedral perfora el cielo de nuestra capital desde el siglo XIII y que no es fácil separar la moral civil de los españoles de la moral religiosa, que tiene entre sus muchas aportaciones el sentido de la caridad y socorro del necesitado, trocado en el mundo civil en fraternidad y solidaridad.

En tiempos donde la fe se vive con más autenticidad, menos sociológica, donde los testimonios personales de muchos creyentes actuales han contribuido y contribuyen a una mejora social, personal? querer ponerle límites, inconvenientes o muros a su fe es un error -y más cuando se quiere justificar con un supuesto respeto a los no creyentes-, lo mismo que sería un error pretender cambiar los significados de las palabras del idioma que aprendemos y usamos desde que nacemos. Muchos hemos aprendido el idioma a la vez que nuestras madres nos recitaban jaculatorias u oraciones muy conocidas, y que siguen presentes en los momentos más difíciles de nuestra vida: "Ángel de mi Guarda, dulce compañía?"

No quiero invocar preceptos o términos de la Constitución ni del ordenamiento jurídico, ni voy a mentar el Concordato con la Santa Sede. Mis palabras quieren ser de tú a tú, y en esta cercanía y familiaridad defender el derecho que tiene todo español a conocer su identidad, su cultura. En España, empaparse de cultura lleva a impregnarse de religión, de conocimiento religioso, y éste nos lleva a hablar de Berceo, Manrique, Cervantes, Lope, Calderón, Jovellanos, Feijoo, Lorca, Neruda, Miguel Hernández? y entender y analizar la influencia que el catolicismo ha dejado en todos ellos. Si pretendemos una nación coherente, formada, con principios y dueña de su destino, no podemos prescindir de la religión, que actúa como dique ante la barbarie que nos azota, y es a partir de esa información, formación y preparación cuando se abre la opción personal de entrega y compromiso, de seguimiento de Cristo resucitado que se hace presente en cada hermano, y más en los más indefensos y con más limitaciones. Uno de los defectos en los que caen muchas personas cuando juzgan conductas o comportamientos de creyentes es que olvidan que somos de carne y hueso, y que lo poco que conseguimos, si lo conseguimos, se debe a la ayuda de la oración y a la fuerza del Espíritu Santo que nos tutela y protege a su Iglesia desde hace 2015 años.

Después de los muchos espejismos del presente, incluido el de la ciencia -en tiempos no muy lejanos la solución a los problemas de la Humanidad y del hombre-, hoy, pasado ese supuesto esplendor, la realidad cruda es que nacemos, crecemos y morimos, y que debemos tener o disponer de una receta, de unas alforjas, de unas provisiones, de un plan de vida que sirva para todas las edades, no sólo para cuando eres mozo y estás en plenas facultades, sino para cuando llegue la vejez, el invierno de la vida, y uno encuentre una compensación, una justificación a lo realizado y el estímulo para continuar el camino. Y es en este campo donde desempeñan un papel fundamental las creencias, las certezas, las seguridades que da el corazón que no siempre entiende la cabeza, y querer renunciar a esto, lapidar esto, me parece un error, y basta para ello recordar a personas que hoy son actualidad como los padres Miguel Pajares y Manuel García Viejo, que desde su fe, su entrega a Dios, se han volcado en la campaña de "Parar el ébola en África", y gracias a su compromiso y al de otros muchos están en vías de conseguirlo.

Uno de los testimonios más elocuentes de la fuerza del Espíritu nos lo ha ofrecido un viejo sargento polaco de nombre Franciszech Gajowniczek, presente en la canonización de San Maximiliano Kolbe, el 10 de octubre de 1982, cuando relató cómo el franciscano Maximiliano Kolbe, en julio de 1941, al ser escogidos 10 presos por parte de los responsables del campo de concentración de Auswicht en venganza por la huída de otro prisionero y ser el sargento uno de ellos, sus primeras palabras fueron :¡Pobre esposa mía, pobres hijos", y que al oírlas Maximiliano Kolbe pidió al oficial responsable ocupar él su lugar? Acción heroica y casi sobrehumana que evoca el Evangelio de San Juan 15,12-17 cuando dice: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos". Ante heroísmos de esta naturaleza me cobijo en Santa Teresa cuando dice: "Quien tiene a Dios, nada le falta. Sólo Dios basta".

Podría añadir más argumentos, doctrinas, ejemplos, pero creo que lo expuesto es suficiente. Planteo la siguiente pregunta y un ruego: ¿es bueno o malo que en las aulas se aireen y loen las conductas ejemplares de hombres y mujeres de fe?... Por favor evite la confrontación religiosa y solucione el principal problema de muchas familias y muchos jóvenes: empleo, futuro, dignidad.

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