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Valdunas

Me regalaron una buena bolsa de castañas valdunas, enormes y brillantes, incluso podría decirse que sonrientes. Su calibre era descomunal y bien asadas, sirvieron para completar un melancólico menú otoñal. Había probado ya este año otras castañas, procedentes de regiones más meridionales, de respetable tamaño, pero nada que ver con las de Las Regueras, tanto en sabor como en calibre. Rodando por el suelo, pudriéndose junto a los matos o escondidas bajo las hojas, las castañas son otro tesoro más que se pierde esta preocupante región. Ahora que las manzanas van recuperando terreno, luciendo en cuidadas pomaradas, puede que sea el tiempo de pensar en las castañas como producto frutícola de primera. Se quejaba la reguerana que me obsequió con las valdunas del bajo precio que le dan por tan preciado producto, en función al trabajo que le había llevado presentarlas en perfecto estado, y puede que ahí este el principio y el fin de todo esto.

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