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El Cogollu

Nava reparte suerte

Eso de "en Nava nada" es una frase repetida por algunos de donde el caballo de Pelayo "pie halla". En Nava hay mucha tela que cortar. Llámese fortuna, destino o buena estrella, además de por su sidra ya se ha acreditado como una villa con suerte en la lotería. Jamás se nos olvidará el premio en el Café de Zapatero, que gracias a una participación de veinte duros la familia celebró aquella Navidad con una extra de 500.000 pesetas de las de entonces. Cuando Hacienda no se quedaba con nada. No era tanto el dinero, que nunca sobra, como la alegría compartida por cientos de familias, amigos y vecinos. Ha habido más reparto de millones. Es obligado recordar con letras de oro a Carmina y a Guillermo Mañana, los padres de Tino el Roxu, que regaron los pueblos navetos con el "gordo" de la Peña Jiménez; o los millones de La Avenida y de La Parrilla y, por supuesto, aún están frescas las imágenes de las mujeres de la Asociación de Llames celebrando los cientos de millones de euros del 6.381 en las navidades de 2007. Son unos pocos recuerdos. Hay más.

Abelardo Mori, el padre de María José Mori Canteli, era un gran creyente en la suerte. Como Thomas Jefferson que decía que "cuanto más trabajo más suerte tengo", Mori trabajó la fortuna con insistencia y tenacidad hasta que logró la concesión de la primera administración de loterías y apuestas del Estado en Nava. Se aferró al único mecanismo que de verdad trae suerte y en cantidad: la voluntad humana.

La cercanía de la Navidad provoca la añoranza de otros tiempos y, sobre todo, el recuerdo de personas que ya nos han dejado. La muerte es solo la suerte con un cambio de letra, dijeron otros antes. Abelardo Mori y María Canteli, que levantaron "El Templo de la Suerte" hoy un popular y floreciente negocio, emergen estos días en la evocación de un tiempo feliz en Nava, en el que los veranos eran eternos y apasionantes los inviernos, cuando se ponía en marcha la organización de la Cabalgata de Reyes y los festivales navideños. La felicidad estaba en la calle. Vivíamos aventuras a diario. Ahora son nuevas generaciones las que viven la calle. Y los que pueden, siguen jugando a la lotería mientras Nava, confiada en su suerte, mantiene la misma ilusión, la esperanza de siempre.

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