El título es el de una canción que me da motivos para rememorar la trayectoria de nuestro José María, Chema Fombona, en el mundo artístico.

Ya con 4 ó 5 años apuntaba su afición por la música y concretamente por la percusión, afición que se convirtió en una decidida vocación. La música era su pasión a la que entregó su ALMA para conquistarla hasta dominarla con su manera de ser perfeccionista; CORAZÓN para quererla hasta el extremo de dedicarle toda su VIDA entregándola en acto de servicio.

La inmensa tristeza que nos deja a todos su desaparición, queda un tanto mitigada por las abrumadoras muestras de condolencia y cariño recibidas tanto desde el mundo institucional como del mundo musical (Conservatorios de Música, especialmente el Superior de Oviedo donde dejó su vida, Banda de Música y de Gaitas de Noreña e incontables compañeros y alumnos con los que formaba una gran familia musical).

A los miles de personas que nos acompañaron en estos duros momentos, amigos de Noreña, Siero, Oviedo, Gijón, Avilés, Llanes, Langreo, Colunga (especialmente a los de Lastres) bien personalmente en el tanatorio y en el funeral, o través de otros medios y a los que le recuerdan en homenajes de actividades musicales: os damos muchísimas gracias.

Todo eso es, como dije, un consuelo para toda la familia, consuelo que desde la fe pedimos al Señor, así como que ya lo tenga en su gloria, desde donde podrá acompañar con su música a los muchos coros celestiales que le cantan himnos de alabanza.

"Percuto luego existo" era su frase.

Un amigo y compañero de sus adolescentes inicios musicales me decía el otro día: "Cuando oiga tronar, pensaré que es Chema que está tocando percusión desde allá arriba". Yo también pensaré lo mismo y así le recordaré.

En nombre de su esposa Ana y familia, su hija Marina y de Tino Fombona y familia, os reiteramos las más sinceras gracias.