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Cronista de Noreña

Treinta años sin don Fermín en Noreña

El imborrable recuerdo de un párroco cuyo lema era la atención a los pobres y a la juventud

Pocas personas habrá que hayan desarrollado su labor en algún momento de la historia noreñense serán tan recordadas por los vecinos como el párroco don Fermín Cristóbal Marqués, (1930-1986), del que se cumplen ahora treinta años de su repentino fallecimiento en las escaleras de la casa rectoral noreñense. Las campanas sonaron a duelo desde las primeras horas de la mañana, incluso hubo fábricas que al día siguiente cerraron media jornada para que los trabajadores pudiesen asistir al funeral.

Llegó a nuestra villa tras la jubilación por enfermedad del párroco titular don Alfredo Barral Mosteirín, que continuaba residiendo en la villa y oficiando misas en la Capilla de San Joaquín y Santa Ana en el palacio de Miraflores. Don Fermín traía su propia hoja de ruta, la cual, en muchos casos, no coincidía con la trayectoria que había desarrollado su antecesor que dicho sea de paso, realizó una inmensa labor cultural en la villa y en su patrimonio parroquial a lo largo de los 27 años que estuvo al frente de la misma. La labor pastoral se les supone a todos los párrocos.

Tras la renovación, hubo división de opiniones entre los parroquianos y el "poder establecido" en la villa condalina, sobre todo, en aquellos que pretendían la continuidad de las costumbres y del mando en plaza, pero nada hizo amilanar al nuevo párroco nativo de Lastres y descendiente de una humilde familia de pescadores, que se volcó desde un principio en plantar cara a los temas sociales más urgentes, y a dinamizar la vida entre los jóvenes para que no abandonasen sus actividades religiosas tras hacer la primera comunión, dejando en un segundo plano las necesidades del patrimonio. La atención a los pobres y a la juventud era su lema. Lo material no era su mundo. Sus breves homilías, profundas y amenas, adaptándolas al tiempo que le tocó vivir. Sus campamentos juveniles que empezaron en Poo de Llanes y continuaron en Mohías, marcaron un antes y un después entre la chavalería noreñense, a la que se sumaban niños de otras parroquias limítrofes y en alguna ocasión alumnos del centro de Miraflores. Volcados con él, empresarios cárnicos y del transporte, monitores, cocineras, y por supuesto los padres de los participantes dinamizando el proyecto.

¡Don Fermín siempre deprisa! Si no andaba apurado de tiempo y su cuenta bancaria en números rojos, no era Fermín, según comentaba su excompañero seminarista, Jesús Cuesta a quien él llamaba "Pinín". En eso era un clásico de su propia existencia y no cambió un ápice a los largo de los 14 años que estuvo entre nosotros, y quienes le conocían desde sus comienzos en el seminario, aseguraron que toda su vida fue un constante ejemplo de amor al prójimo sin distinción de clases, de religiones, de razas o de costumbres.

Cuando tomó posesión de la parroquia de Noreña en 1973, era cuando empezaban a tomar fuerza y a moverse las teorías que el Cardenal Tarancón llevó a cabo durante la transición. No eran tiempos fáciles para los curas, sobre todo para algunos, como era el caso del recordado don Fermín. Con él formé parte de la comisión que organizó en 1982 la primera fiesta en Riegos en homenaje a los veinticinco años del Orfeón Condal y lo recuerdo con su estilo dialogante y poder de convocatoria. Lleno hasta la bandera en Riegos con su misa y la comida campestre. Suya fue la idea y el éxito y para él va el recuerdo.

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