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El cogollu

Torazu

Torazu es uno de los pueblos más bonitos de España. El alcalde de Cabranes, Gerardo Fabián, acaba de recoger en Madrid la distinción que le incluye en un notable mapa que integran 44 municipios españoles de menos de 15.000 habitantes. No exagero si digo que para mí siempre lo ha sido.

En este nuevo siglo Torazu se dibuja de manera diferente a lo que fue su vida cotidiana hace cuarenta años. Faltan gentes, usos y costumbres. Las cosas han cambiado y hoy estamos ante un precioso y tranquilo lugar para encontrar la paz en un paisaje abierto, con signos de esperanza y no pocos retos. Un pueblo de quien lo trabaja, lo vive, lo sufre y lo defiende cada día.

Hablar de Torazu es revivir años de infancia feliz y adolescencia dichosa en la tierra de la familia. La fiesta del Carmen ha sido cita obligada. Tanto que aún milito en la Cofradía de la Virgen. Desde Nava el itinerario que menos marea pasaba por El Cayón, pero mi padre prefería ir por Camás y así parar en El Llanu. Era un viaje corto y recompensado en propinas, elogios al hijo y nieto que crece, y nuevos amigos. Si la patria es la infancia, como afirmaba Rilke, aquí suscribe un patriota cabraniego.

Torazu ha sido siempre el reencuentro, la vuelta al origen. Aquella procesión del Carmen se convertía en agosto en el momento cumbre. El ritual de los Ramos era inexcusable. Mozos y mozas con trajes regionales impecables camino a la Sienra. Entre los muchos y buenos recuerdos festivos ocupan un lugar singular aquellos solemnes predicadores invitados por el entonces párroco Gumersindo Moro, que desde el balcón de la casa de Cándida Camblor se presentaban más amenazantes que misericordiosos. Uno de ellos, al que escuchábamos entre la obediencia familiar y el relajo estival en la Plazuela, invocaba con insistencia algo que se me ha quedado grabado: "Jesús nos dijo que nos amásemos los unos a los otros", repetía cada vez en un tono más elevado, y terminaba: "y no que nos amasásemos los unos a los otros". Con el tiempo y las romerías en la Sienra, también descubrimos que había diferencia.

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