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El cogollu

Un amigo de Piñera

Baltasar Caravia Naredo, Saro para todos, vivía de Piñera, en Cabranes, aunque era natural de Villaviciosa. Su casa estaba en un cruce de carreteras entre la que va a Torazu y la que conduce a Santolaya. En las aulas de Nava, por orden alfabético, nos correspondían pupitres cercanos. Allí coincidimos y nos hicimos amigos, como tantos de aquellas primeras generaciones de escolares que compartimos la concentración educativa. Saro era reservado, más bien tímido, pero un tipo con personalidad, de una pieza. Llegamos a tener amistad, pero terminada la convivencia escolar el destino nos hizo tomar caminos diferentes.

Los niños de Nava empezamos a convivir con los de Bimenes y Cabranes a partir de la aquella agrupación comarcal, cuando unos dejaron las escuelas de los pueblos y todos acudimos al nuevo centro de La Laguna. El trato en las aulas, que nos unió antes que romerías, discotecas o campos de fútbol, ha dado frutos, amistades y familias. Aquella generación de estudiantes que se conoció en la escuela de Nava ya ha superado los cincuenta. Y pese a la vecindad de los pueblos, algunos nunca hemos vuelto a reencontrarnos.

Al conocer la terrible desaparición del niño arrastrado de los brazos de su abuelo en la playa de Frexulfe, en Navia, y después de leer las palabras de su padre, Hugo Álvarez, de que siempre le llevará en el corazón, no he podido menos que recordar a Saro. Había sacado una plaza de funcionario del Principado y estaba destinado en Tapia de Casariego.

En la madrugada del día de su 25º cumpleaños, el 1 de enero de 1989, paseaba por el puerto tapiego cuando el Cantábrico se lo llevó. Devolvió su cuerpo unos días después, pero su vida, como decía el poeta, fue a dar a la mar, que es el morir.

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