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Historiador

Mercado y sociabilidad en Siero

La importancia de la feria local y su impacto en otros sectores

En el marco de esa institución multifuncional y polifacética imprescindible para la sociedad tradicional que suponía el mercado, la consumación de algunos negocios solía llevarse a cabo en un establecimiento de bebidas; de este modo ocurría por norma general en la venta de ganado. Este tipo de ferias eran en principio estacionales, pero con el desarrollo de la ganadería intensiva se pasarían a celebrar de manera continua, y en ellos se constata de modo claro la existencia de la tradición conocida como robla, robra o alboroque, que consistía generalmente en beber juntos los contratantes y testigos para celebrar la consumación de una venta. Esta costumbre, posiblemente de origen foráneo, fue ampliamente utilizada por los ganaderos asturianos. El cierre del trato se simboliza con la palmada. El comprador tiende la mano al vendedor y la toma con firmeza soliendo decir "¡Que te preste!", de esta manera se da por concluido el contrato y se bebe la robla. En caso de no llegar a un acuerdo se recurre a la figura del mediador, quien tras una argumentación intenta unir las manos de ambas partes, fracasando el negocio si alguna de ellas la retira. Este mediador, en caso de triunfar el negocio, también bebe la robla. En ocasiones el sentido lúdico del cierre del trato se impone al comercial de la transacción, llegando a gastar el vendedor buena parte del importe obtenido.

En cualquier caso, si no se consuma un trato en este espacio, sí que el lugar constituye un escenario recurrente para celebrarlo. Especialmente cuando se celebraba un mercado en la cabecera comarcal y en el que los campesinos comercializaban algunas mercancías de sus escasos excedentes, cuyo producto resultaba imprescindible para la vida cotidiana. Las ganancias, de hecho, permitían hacer frente a los gastos derivados de las imprescindibles compras de manufacturas u otro tipo de artículos.

En concejos como el de Siero, la importancia del mercado se incrementó aún más al compás de la urbanización del municipio y de la mejora de las comunicaciones por carretera y ferrocarril. Y es que, en efecto, los intercambios comerciales realizados en esa ocasión ponían en contacto a los campesinos locales con los de concejos vecinos, y aun con algunos de fuera de la provincia. Esta circunstancia tuvo como consecuencia también la proliferación de tabernas como remedos de los cafés, menos abundantes y para una clientela de clase media.

El dinamismo y entidad de la que gozan los mercados queda bien reflejado en la preocupación que su aprovechamiento como acto lúdico despertaba en los sectores hegemónicos de la sociedad. Es así como, ya a comienzos del siglo XIX, en el seno de la Sociedad Económica de Amigos de País se alzaban voces que asociaban la decadencia del labrador asturiano a los dispendios realizados durante fiestas y mercados, siendo estas ocasiones motivo de pérdida de cuantiosas jornadas de trabajo empleadas en "juegos, comidas y bebidas excesivas que arruinan a las familias". Abundaba en esta dirección alertando que en los días de mercado, "destinados a un fin tan útil a la sociedad humana", se cometían todo género de excesos "sumamente gravosos a los intereses del labrador y demás ciudadanos".

Iniciado el siglo XX el comercio sierense daba muestras de un enorme dinamismo, alcanzando a la altura de 1929 una población de 28.091 habitantes, y tendía a centralizarse en la cabecera municipal. El único tipo de comercio que no contemplaba tal tendencia sino la contraria era la taberna que, como se señalaba no sin cierta dosis de alarmismo en la topografía médica del concejo, se iba expandiendo no dejando "lugar, camino ni vereda, llano ni monte, a donde no extienda sus tentáculos".

Este dinamismo al que se alude se llegaba a reflejar incluso en fenómenos como el del bandidaje, tal y como se desprende por ejemplo de la preocupación reflejada en la prensa regional de principios de la anterior centuria cuando denunciaba como, los martes y domingos, se atracaba en los caminos cercanos a la Pola a los campesinos y lagareros que venían de vender sus vacas o de cobrar la sidra.

A iniciativa del alcalde José Parrondo, en este contexto, se construía en la Pola entre 1929 y 1930 un nuevo mercado de abastos. Proyecto no exento de polémica ya que se alejaba de los modelos que desde el siglo XIX se habían perfilado aprovechando las ventajas que ofrecía la nueva arquitectura del hierro y el hormigón. Se trataba, así pues, de un edificio vanguardista diseñado por Ildefonso Sánchez del Río -que tan honda impronta legaría al urbanismo sierense? que representa uno de los periodos de mayor dinamismo en la historia local.

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