El incendio en un edificio de la calle Uría de Oviedo, que provocó la muerte de Eloy Palacio, dejó una estela de desolación entre la gente y de tristeza en su familia, que apenas encuentra consuelo en el homenaje que se le tributó en su despedida. Porque el sábado en La Pola, el funeral por la víctima fue una muestra popular, espontánea y sentida de reconocimiento y admiración de los valores que Eloy y sus compañeros merecen representar: solidaridad, valor, entereza, afán por el trabajo bien hecho y, sobre todo, desprendimiento.

Eloy llegó de los últimos al incendio y quiso ser de los primeros en extinguir los restos del fuego. Estaba arriba. Firme como un mástil. Pero no pudo ser.

¡Qué pena! Porque a veces tenemos héroes cerca y no los reconocemos. ¡Qué pena! Porque el accidente nos privó de un guardián de nuestra seguridad; y sin seguridad no hay libertad.

¡Qué pena! Porque se nos cayó el mástil. Otros -David, Luis, Isabel, Irene y Álvaro- seguro que recogieron su bandera.