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Pliegos de Bimenes

Homenaje a Pachín

El aprecio y cariño de los yerbatos a Herminio Vigón, un vecino modélico

Cuando alguien recibe un reconocimiento en vida, lo primero que te preguntan es si tendrá algo. En este caso ya lo adelanto: el personaje disfruta de una salud envidiable. A todos nos agradó la noticia de que un yerbato nacido en 1930 -y que aún duda si natural de L'Acebal o de El Rebullu, aunque se decanta más por el segundo pueblo (en cualquier caso, de la parroquia de San Julián de Bimenes)- fuese a recibir un homenaje por parte de sus vecinos, amigos y familiares en estas fechas. Hizo méritos suficientes a lo largo de su vida para alcanzar la tan merecida categoría de paisano -no al alcance de cualquiera-, y que en esta tierra tiene una acepción diferente: es una forma de comportarse y conlleva un estilo de vida ejemplar. No necesitó ir a colegios ni a universidades, ni hacer másteres ni cursillos acelerados, ni siquiera dominar idiomas; no, tuvo dos enseñanzas: la primaria, basada en un breve paso por la escuela, y la natural, la que vio en casa, una casa de gente humilde y trabajadora. Con eso le bastó.

Nos referimos a Herminio Vigón, más conocido por Pachín el de L'Acebal en la juventud y Pachu en la madurez, que tanto monta, y que sigue viviendo en su atalaya de Llonu Cimiru, a la espalda de L'Acebal, junto al antiguo camino real. Pachín es un hombre con aires de galán de cine de películas en blanco y negro, por lo que su presencia no pasa desapercibida. Para los yerbatos es un vecino modélico, un torbellino de prudencia y como el buen cuadro no necesita explicación: salta a la vista. Además, como albañil que fue, sabe de la importancia de la viga maestra en una casa, de ahí que su existencia esté sustentada por un gran pilar: su humanidad.

Pachín nos recordó a sus padres, Herminio y Cándida, una familia de mineros y labradores; su paso por diferentes escuelas: la primera maestra que tuvo fue doña Ramona, quien ponía escuela en La Brañuca; luego pasó un breve período en la Escuela Nacional de San Julián, y por último asistió a una de la empresa Duro-Felguera en La Llobera (Siero), hasta los catorce años. Empezó a trabajar de cantero y albañil, después estuvo cinco años en el pozo Mosquitera, que le valió para librar el servicio militar, pero tuvo la desgracia de quedar enfermo y abandonó la mina para siempre. No sabiendo qué rumbo tomar, y animado por un gallego, en 1969, decide probar suerte y alcanza el corazón de Londres, ejerciendo de camarero por Piccadilly Circus hasta que un empeoramiento de la salud de su padre lo obliga a abandonar la capital británica y regresa a su tierra. Al poco tiempo su padre fallece. Desde entonces permanece en su Arcadia de L'Acebal al cuidado de su madre. Hasta su jubilación, a los sesenta y cinco años, trabajó en la construcción de forma ininterrumpida.

Se preguntarán cómo es que llamándose Herminio le dicen Pachín. Esa misma pregunta se la hizo él a su padre siendo un guaje, el padre le contestó: "Como te paecis muncho a to güilu Francisco, por eso te llamamus Pachín".

Fue cantero en Bimenes, minero en Mosquitera, camarero en Inglaterra y albañil en Oviedo, hasta que le llegó el retiro. Una vez jubilado no paró de hacer actividades: formó parte del grupo yerbato El Corriellu la Pandorga -en el cual cantaba y hasta rodaron una película-, canta en el Coro Santa María de Solvay y es actor en la compañía "Teatro Pausa" del director y autor Javier Villanueva -de quien partió la iniciativa del homenaje-; asimismo saca tiempo para echar una mano a sus vecinos: vendiendo rifas o pasando recibos de diferentes asociaciones, actualizando datos de los nichos del cementerio parroquial, etcétera. Tú, que supiste ganarte el aprecio de tu gente, en nombre de ellos, solo me queda decirte, en palabras de Quevedo, larga vida con buena salud, Pachín.

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