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Crítica / Arte

Rodolfo Pico, en el Museo Antón de Candás

Primera muestra con la que el autor conmemora cuatro décadas de pintura

Esta es la primera de las muestras con que Rodolfo Pico (Luarca, 1953), afincado en Gijón desde 1964, conmemora sus 40 años dedicados al arte y oficio de la pintura, contando desde aquella su primera exposición individual en el Ateneo Jovellanos, 1975. (La siguiente será en Luarca, durante el verano. Habrá también una tercera en el otoño, con grandes cuadros en el museo Evaristo Valle, ya fuera del marco de las celebraciones). No se trata de una retrospectiva cronológica. Se muestran obras que el pintor guardaba con cariño, por significar algo en su carrera artística. De las 17 obras que cuelgan en el Museo Antón, hay 9 inéditas y 3 retocadas, unas antiguas y otras recientes.

¿Y qué se ha de entender por el subtítulo "habitado de sí mismo"? Se dice del artista ermitaño que vive en la soledad de su estudio, donde medita y crea. Se dice del cangrejo ermitaño (Pagurus bernardus, Linneo, 1758) que a lo largo de su vida, a medida que crece, va encontrando conchas de caracoles marinos para habitarlas de sí mismo. De tal curiosidad habla Plinio el Viejo, en el tomo 9 de su "Historia Natural", enciclopedia dedicada al emperador Tito. Rodolfo Pico es un artista expatriado, teniendo en cuenta que hay varias patrias, como el terruño de los ancestros, la propia niñez, la mujer, la familia. Puede ayudar al visitante este poema del pintor: "Expatriarse / irse de la patria / dejándose atrás, / viajarse / para encontrarse en la mitad perdida / y ampliarse con ella. / Expatriarse / para estarse en el afuera / en ese otro lado de sí mismos/. Expatriarse / excederse en la ausencia / cavar en la intemperie / de ser palabra, color que no es lugar".

¿Y en qué estilo o tendencia artística hemos de encuadrar la labor pictórica de Rodolfo Pico? Pues en la figuración del arte pop, arte popular de fuerte colorido que nació al servicio de la publicidad, cosa necesaria en las actuales sociedades del consumo y el supermercado. Hay un pop inglés, un pop americano. Lo de Rodolfo Pico es un pop lírico, término acuñado por él mismo, ligado a la poesía, el viaje y los sueños. Técnicamente pinta al óleo y al acrílico sobre lienzo o tabla. Alguna vez utiliza técnicas mixtas. Sus colores son vivos e intensos, colores planos, con resabios puntillistas cuando aplica el color no con el pincel sino la esponja. Hay también en su obra referencias a los metafísicos italianos. Y en sus bodegones y fruteros recuerda al pintor metafísico Giorgio Morandi (1890-1964).

En la portada del catálogo luce "Oficio de lluvia y colores", variante de otra presentada en 1998. Nicanor Piñole pintó a la niña de primera comunión, a quien su madre llevaba a la iglesia protegiéndola de la lluvia y el viento bajo el paraguas. Pelayo Ortega presenta a su paseante con paraguas. El surrealista francés René Magritte pintó un paraguas que recogía el agua en un vaso que llevaba arriba. Rodolfo Pico da un paso más. La lluvia cae desde el interior del paraguas en forma de gotas de colores, que estallan en el suelo formando un abstracto colorista.

Le sigue "Metáfora de mí mismo", a técnica mixta sobre tabla: el niño, a lápiz de grafito, ha pintado un globo, que flota hacia el cielo arrancando la pared de ladrillo que le servía de soporte. Es así como proyectos e ideas se elevan sobre la realidad más adversa.

"Dama con florero" es una variante de "Dama con frutero", presente en la exposición de Cajastur del año 1995. Entonces, Jesús Villa Pastur, escribió de esta obra: "Para nuestro gusto, esta figura es una pieza importante dentro de la pintura figurativa moderna". Y para Juan Manuel Bonet, esta mujer elegante y recatada, de limpia y sencilla composición, en diálogo con los efluvios de las frutas o las flores, es obra perfectamente museable.

Cuba está presente en varias obras, como "Preámbulo de lejanías", "Carta a Cuba", "Habanera" y "El reverso del mar", con el gran trasatlántico, al lado de un lápiz que construye el relato de la emigración.

Cuadro enigmático es "Fábula pita" (2001). La idea proviene de la gallina blanca de Avecrem, aquí convertida en pita o gallina azul, que en lugar de pisar una pastilla del rico caldo, posa la pata sobre una pajarita, uno de los iconos de Pico, junto con el lápiz, las frutas, los barquitos de papel o los globos. Bajo el reloj inexorable del tiempo que pasa, el animal original se compara con la pajarita culturizada. Los cuadrados del fondo son recurso compositivo, igual que la bola metafísica debajo del reloj, que equilibra la composición. Igualmente enigmático es "Epiceno", que colgó en la exposición anterior en el Museo Antón, año 2001. Al retocarlo, Pico le quitó una casa y puso en su lugar una gota de agua solitaria. Se trata de una de esas figuras imposibles, como las que hacía el neerlandés M.C. Escher. Pero a mí me suena a recuerdo inconsciente del puente pegado a la montaña que soporta el tren Gijón-Ferrol a su paso por Luarca. En el cuadro de un metro cuadrado, "Bodegón, 2016", al acrílico sobre lienzo, observamos un fondo abstracto de cuadrículas coloristas y líneas negras. Se le superpone un frutero figurativo, a la manera de Morandi.'

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