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De Bimenes al palco de El Molinón

El Sporting ahuyenta sus fantasmas y encara el saneamiento económico, tras el éxito deportivo, bajo la dirección del sereno Javier Fernández, hijo político yerbato

Juan Arango cabalgaba a lomos del tigre en la presidencia del Sporting, a golpes en las nalgas sobre la cartera con aquello de "¡será por perres!". Después llegó el tremendo "véndovos Mareo", cuando aún se ignoraban las heridas de la grabación a cámara oculta que mostró la intimidad y los negocios de un Sporting que se controlaba desde Marbella. La sociedad anónima deportiva se precipitaba al concurso de acreedores en el infierno de Segunda División. La comunicación con el empresario José Fernández, máximo accionista de la entidad, resultaba poco menos que imposible. En medio de esa galerna deportiva y societaria apareció Javier Fernández en la plaza Manuel Uría, en Nava. Era domingo de San Bartolomé y tomaba el aperitivo junto a su esposa, Sandra Felgueroso, mientras su hijo jugaba con un compañero de colegio en el parque, tras el Ayuntamiento.

Javier Fernández, ingeniero de Caminos y máster MBA en Georgetown (EE UU), lejos entonces del palco de El Molinón y del consejo del Sporting, pertenecía a la plantilla de Ferpi, la gran empresa de maquinaria de movimiento de tierras que su padre y José María Pillo vendieron a Victorino Alonso. No cruzamos una palabra de fútbol. Fue un encuentro fugaz pero de huella permanente. Nava y Bimenes habían propiciado la feliz coincidencia festiva alejada de la tensión de Gijón. Sandra Felgueroso, aunque ya acreditada gijonesa de Somió, pertenece a una de las familias de San Julián de toda la vida. Javier Fernández, hijo político de Bimenes, que habla poco pero escucha mucho, con una cabeza amueblada por la ciencia y la ingeniería, se convirtió en un hospitalario anfitrión en San Julián.

Justo es reconocer hoy, en esta semana de gloria rojiblanca, que el palco de El Molinón quema más que la dirección de cualquier empresa y que la gestión del club no resulta tarea fácil para el máximo accionista. Así, es denostado y admirado, o las dos cosas a la vez. En honor a la verdad hay que decir que su serenidad y su concentración, su gesto inmutable, le han permitido mantener el honor deportivo del Sporting en Primera y encarar un saneamiento que entierra fantasmas del pasado. Y mientras lo culmina, siempre le queda Bimenes.

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