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El cogollu

La academia de doña Aurora

Recuerdo de una maestra de carácter frente a los tiempos actuales de fracasos escolares y desorientación educativa

El olor de los conejos en primavera, cuando se acercaba el final de curso, convertía el aula en un espacio singular para todos. Sigue presente entre los olores de la infancia. Doña Aurora nos reunía en la parte baja de su casa, frente a taller de Tino el de los Carros. Niños y niñas repasábamos materias en las que íbamos más flojos. La caligrafía era un ejercicio diario. A algunos siempre nos salían los renglones torcidos y desordenados. Aquellos pupitres de madera curtida, tan utilizados con el tiempo en las carrozas de San Juan para representar la escuela, forman parte de nuestra vida. Dábamos patadas al balón junto a la vieja Casa de Cultura o en la plaza de Manuel Uría. En la academia Labor, como examen de gimnasia había que subir una soga que Héctor Menéndez colgaba de la ventana del primer piso. Creo que nunca lo conseguí en mis años con doña Aurora. Con aquella cuerda se examinaba a los mayores, que ya pasaban con Ana Bárcena y José Ramón Viado, y estaban a punto de ir a La Felguera a la reválida de Bachillerato.

Doña Aurora Solares, ahora una generosa abuela, era una mujer de carácter, una potencia humana. La disciplina en aquella época era férrea dentro y fuera del aula, y ella no necesitaba usar una regla para sancionar en las palmas de las manos. Nunca la escuché decir que la letra con sangre entra, pero lo suyo eran las bofetadas, cuando estimaba que algún alumno lo merecía. Como cuando un revoltoso adolescente colocó sobre la mesa de la maestra un reptil de goma para hacer la gracia. Era una mujer recta y justa. Trataba a su hijo con la misma exigencia que a todos los demás y demostraba una gran capacidad para enseñar. Las clases con doña Aurora podían ser de cuarenta alumnos, o más, de diferentes edades, y todos progresaban gracias a su esfuerzo y dedicación.

En esta época de fracasos escolares y la desorientación educativa, nada mejor que el testimonio de una maestra en el mejor sentido de la palabra.

Siempre estaré agradecido a doña Aurora.

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