Casi tres meses en los que padres y madres tienen que conseguir armar de nuevo un complicado rompecabezas para conciliar sus vidas laborales con los días de descanso de sus hijos. Evidentemente es un paradigma difícil de resolver, pero si con un pequeño esfuerzo de empatía nos ponemos en el lugar de los niños y pensamos en nuestros veranos de la infancia, es indiscutible que cualquier progenitor entiende que el "problema" se disipa, que esos tiempos sin clases nos daban la oportunidad de cargar nuestra vida de buenas experiencias, de ser y sentirnos realmente niños. Nuestras generaciones más tempranas tienen agendas tan apretadas y estresantes como las de los adultos. El juego con los iguales es casi una utopía, a pesar de ser uno de los derechos que se recoge en la Convención de los Derechos del Niño, y que asegura ser un estímulo para su desarrollo afectivo, social, físico e intelectual, además de ser un factor de equilibrio y autorrealización.
Si calculamos las horas que los niños deben dedicar al colegio y a los deberes, el resultado es obvio, es excesivo, lo que genera que llegan al final de sus jornadas diarias tan cansados que no son capaces ni de relajarse leyendo un libro antes de dormir.
Eva Bailén, una madre que ha revolucionado las redes sociales con su "Campaña por la racionalización de los deberes del sistema educativo español" no ha dejado impasible a ningún adulto, y nos ha hecho reflexionar sobre lo que estamos haciendo con nuestra infancia.
Hace muchos años que Frato, Tonucci, nos advierte sobre la importancia del juego en los niños. Así que seamos consecuentes a pesar de las dificultades de conciliación. Pensemos en ellos y disfrutemos de ellos. Llega el verano, el tiempo de relajar horarios, de jugar eternamente en el parque, de ir a la piscina, a la playa, al monte o al río, de estrechar lazos familiares.
En septiembre toca volver al cole, a ver a los amigos, a oler los libros nuevos y a volver a las rutinas. Ahora tienen la oportunidad de ser realmente niños.
