La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El pan nuestro de cada día

La necesidad de reconocer el trabajo y el esfuerzo de los que están en los últimos eslabones de la cadena de producción de los alimentos

Las gentes de las grandes ciudades no tienen en cuenta habitualmente a los centenares de personas que abastecen los comercios y grandes superficies donde compramos, entre otros alimentos, el pan nuestro de cada día. Qué poco se piensa en el labrador que sembró primero el trigo y el panadero que después, a horas intempestivas de la madrugada, labora con cariño la harina en la artesa. Una reflexión, de cuando en cuando, nos vendría muy bien para recordar la cadena humana que inevitablemente se mueve desde el grano hasta la barra, hogaza o "baguette" que calientes y apetitosas se exponen en las panaderías. ¡Qué hermoso y vetusto oficio! Por eso, cuando Antón el panadero de Villar de Salcedo, en esas tierras de Dios que es Quirós, recibió, en el Prau Llaguezus, el premio del "Abuelo del Aramo", no pudo por menos que esbozar una sonrisa de agradecimiento. En el mundo de hoy sigue habiendo cigarras y hormigas y se hace presente a diario la fábula de Lafontaine: cantar y laborar. Tal vez suene la balada estival a una utopía, pero ántropos -hombres y mujeres- es dichoso cuando ambas parcelas de la vida se hacen realidad.

Compartir el artículo

stats