Un mensaje de Alfredo Montes, vecino de Gran Canaria en invierno y residente en Villaviciosa de verano, ha hecho saltar el recuerdo: "Habría que hacer un homenaje a Manuel Busto. Es un fenómeno como persona y como piragüista". La generosa sugerencia se agradece y se divulga. Pero Manuel Busto Fernández antes de ser campeón del mundo era hijo de Manolo Busto Alonso, prohombre del concejo al que se deben notables iniciativas y que ha recibido menos medallas que su heredero.

Hemos intercambiado saludos al recibir de su mano un libro de Villaviciosa y compartido mesa en una querida tertulia gijonesa. Con pocos gestos he podido comprobar la sencillez y la bondad de Manolo Busto, capaz de hacerse escuchar sin alzar la voz. Sin otra pretensión que la anecdótica recuerdo una historia de amistad que mostró allá por los años sesenta del siglo pasado su solvencia en el ámbito público.

Conocí a Manolo Busto cuando Ramón Artime Gutiérrez, "Garrucho", nos lo presentó en Gijón. Era entonces "el padre de" un campeón del mundo de maratón de piragüismo y además, concejal. Aunque de Luanco, Garrucho ha dejado jirones de vida por toda Asturias y uno memorable en la Villa.

Como estudiante de Químicas había coincidido con Busto en el Colegio Mayor San Gregorio, en Oviedo. Y allí nació una amistad que aún conservan y cultivan, cuando el tiempo y la salud lo permiten. Triunfaba Garrucho en la selección universitaria de fútbol cuando una lesión de rodilla frenó su carrera y Busto lo llevó de entrenador al Lealtad. El equipo sufría de colista de Primera regional y se reforzó con un nuevo "míster" y varios colegas universitarios. Entrenaban una vez a la semana. Relata Artime con deportividad que la llegada del taxi a la Villa con los jugadores de Oviedo era esperada por las mozas de la época. Con aquellos fichajes Manolo Busto acreditaba su capacidad gestora. Al final de temporada el Lealtad logró el ascenso y Villaviciosa quedó para siempre en el corazón de Garrucho y sus amigos.