La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pliegos de Bimenes

Fue un sueño

Una reflexión sobre la exaltación y promoción gratuita en Asturias de fiestas ajenas a nuestra cultura

Una tarde de verano estaba viendo en los alrededores de la catedral de Bayeux una espicha donde la gente degustaba sidra de Nava; daba gusto ver aquellos puestos relucientes como vitrinas, y tan ordenados, que ocupaban los chorizos de Bimenes en Cuxhaven; sacos con fabes de Argüelles estaban apilados en el puerto de Torquay listos para su promoción, el queso de Ovín era paseado en Alkmaar por dos portadores en una abarrotada plaza, hasta pude percibir cómo el olor de los callos de Noreña impregnaba las calles de Pitigliano; sin embargo, mientras cientos de personas de las academias de baile tradicional asturiano diseminadas por Sevilla formaban un inmenso corro para bailar nuestra ancestral danza prima en el parque de María Luisa -emocionaba ver a tanta gente ataviada con nuestro traje, montera picona incluida-, el pitido del frutero anunciando la llegada al pueblo atravesó las colondras del hórreo dando al traste con el sueño.

La realidad es muy distinta. Durante los últimos años están proliferando una serie de eventos que se van extendiendo como una mancha de aceite por toda Asturias. No hay ciudad o pueblo que se precie que no tenga o aspire a organizar una feria andaluza o una feria de abril a imitación de la de Sevilla. Comienzan con la "gran iluminá", luego hay misa rociera cantada por un coro rociero, después suele haber un desfile y baile flamencos. Hasta cuentan con mercado flamenco rociero. La gente va montada a caballo. Las mujeres llevan abanicos y van vestidas con el traje de faralaes. Y además no falta la manzanilla ni el rebujito. El día termina con la salve rociera.

Otra fiesta en auge es el "Oktoberfest", celebrado en cualquier mes estival, al contrario de lo que su nombre indica. Este festival nos llega de lejos: de Múnich. En la capital bávara es una extraordinaria doble manifestación tanto cultural como lúdica o festiva. Aquí nos centramos en lo último, se ensalza y promociona la comida alemana: salchichas, albóndigas y hasta coles agrias, todo ello regado con numerosas cervezas, la mayoría, huelga decirlo, extranjeras. Resisten, ya en un segundo plano, las fiestas ibicencas de traje blanco, las fiestas hawaianas con su bikini o pareo y las caribeñas con sus llamativas camisas multicolores.

Todo ello invita a reflexionar. Parece que de tanto mirar al exterior perdemos la noción más elemental: el sentido común, y tendemos a desentendernos de lo nuestro, convirtiéndonos, de esta manera, en meros espectadores. Entiendo a las personas que de forma altruista se dejan el alma para sacar estas fiestas adelante. Quienes tienen que hilar más fino son las Administraciones, parecen cómplices del expolio, sobre todo cuando, en ocasiones, para acceder a alguna ayuda para una muestra de cultura asturiana ponen infinidad de trabas o, simplemente, las deniegan. Yo abogaría porque hubiera una especie de intercambio o reprocidad: promocionamos sus fiestas a cambio de que hagan lo mismo con las nuestras, como en el sueño.

Compartir el artículo

stats