Hace unas semanas, cuando el exalcalde José Antonio Noval mencionó en su panegírico de Manolito "El Pegu" la canción "Güi güi güi los de Lugones los de Lugones..." se revolvió algo en mi interior. No por nada sino porque yo creía que la Pola tenía la exclusividad de esa canción tan gloriosa que dice que "unos beben vino/ otros aguardiente/ y los de la Pola/ agua de la fuente./ Unos van al cine/ otros al teatro/ y los de la Pola/ al estanque de los patos". Y resulta que no. Que todo lo que yo creía que era auténtico de mi infancia se ha ido al carajo.
Porque había otras canciones que yo sabía que no eran exclusivamente polesas, como esa de "Somos de Pola de Siero/ no nos metemos con nadie/ si se meten con nosotros/ ¡Mosca!/ nos cagamos en su madre". Había una versión que empezaba "Somos de Villaviciosa..". Pero el "Güi güi güi" era mío y solo mío, y me lo han quitado. Es una versión, en edad madura, de lo de los Reyes Magos. Me han arrebatado el último gramo de inocencia que me quedaba.
No obstante, pasada la pena, se me ocurrió pensar acerca de lo que creemos que es nuevo y lo que no. Ahora nos da por decir que hay una tendencia irrefrenable hacia lo uniforme, que no hay diversidad (pensamiento único, modas, etcétera) por culpa de la globalización, las nuevas tecnologías (que ya no son tan nuevas) y demás.
Y sin embargo quizá no sea así. Quizá siempre hemos tendido a lo uniforme. Quizá siempre quisimos mirarnos en los espejos de otros, imitarlos y tomar de ellos lo que creíamos bueno. Quizá la tecnología lo único que ha hecho es poner en nuestras manos millones de espejos en los que mirarnos.
Y aunque se me caiga el alma a los pies cuando veo a una cría cantando por Selena Gómez o a un guaje celebrando un gol a lo Ronaldo, tengo que reconocer que es una versión renovada de lo que había: primero "Güi güi güi", después "Güi are the world" y ahora "Güi are the champions". La vida sigue igual.
