"Cogióle la caída del sol en un bosque de castaños junto a la ermita del Ecce-Homo. Por el lado poniente, a través del áspero y tupido ramaje, refulgía una barra de oro; el ventalle de las hojas levantaba leve brisa, y en el fondo de la capilluca, junto la imagen del Nazareno, una lámpara de aceite tendía su lengua de fuego, a intervalos."

Así sitúa el escritor Ramón Pérez de Ayala su cuento "La Prueba", al igual que hizo con uno de los parajes de "Luz de Domingo", dando protagonismo al entorno de la capilla de La Soledad, edificación que alberga la imagen de Jesucristo, figura que estará presidiendo el novenario en su honor, hasta que de nuevo, en su día grande, el domingo día 18, sea trasladado de nuevo a la capilla en procesión numerosa.

Esta comitiva conocida entre los noreñenses como "la bajada del Santu" (mañana), congrega cada año a varios miles de personas -principalmente de la villa y de los pueblos que la rodean- lo que unido a la oscuridad reinante, las luces de las velas, los intervalos de silencio entre los cánticos litúrgicos, hacen del encuentro momento emotivo para todos los que participan del mismo, mayoritariamente creyentes, aunque no me atrevo a asegurar que todos los sean, pero sí todos participes del respeto que tan magna figura representa para todo un pueblo.

El Ecce-Homo o Deccehomín como le dicen las gentes de Noreña que lo consideran como el mejor "vecín", es el santo y seña del pueblo, venerado por muchos y respetado por todos, lo cual dice mucho a favor de los habitantes del más diminuto concejo asturiano.

Bajada del Santu, procesión del silencio, con credos o sin ellos, pero todos volcados en la imagen esculpida por Gregorio del Amo, que logró representar de forma perfecta la imagen de Jesús Nazareno, tal y como Pilatos la representó a su pueblo y que hoy nos hace revivir la historia sagrada.