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Los últimos druidas

Una guadaña para Trubia

Me llegó el inconfundible y suave rumor a papeles procedente de Trubia. En estos meses veraniegos de silencio, pero también de lucha, bien hubiera podido ocurrir el milagro que todos esperamos.

Creí que de la Villa y Corte habían llegado los contratos para que los "cincuenta-y-cinco" recuperaran sus trabajos y volvieran a sus labores cotidianas con la alegría de servir al país y de hacer felices a sus familias y amigos. No fue así. La decepción fue total cuando el olor y color a sepia y pergamino se hizo más intenso y pronto supe el deseo de desmantelar el archivo de la Fábrica con todo lo que fue la historia y vida de una comunidad.

¿Qué será de aquel museo que, a bombo y platillo, Bono nos quería instalar para perpetuar la memoria de un pueblo y de sus gentes? ¡Que falta hace una pasada de guadaña, de 32 pulgadas, sin dalle afilado para no ser abrasiva y cortar las malas hierbas que crecen entre algunos individuos de la clase política, intelectual, sindicalista y empresarial! Firmo el manifiesto y mi cálamo sigue en la lucha apoyando una causa justa y noble.

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