Recuerdo cuando la autovía que sobrevuela el Nalón aguas abajo de Pravia, por Soto y Muros, dejó sin cocineros, cocineras, camareros y camareras a los restaurantes de la comarca. También recuerdo cuando la autovía se hizo mayor e independiente y todos los operarios y operarias, que colaboraron en su construcción, se quedaron sin trabajo y volvieron a sus casas. Después no hubo bares, restaurantes, hoteles o plantaciones de kiwis o de frutos rojos para todos y todas. Aunque las cosas parecen ir cambiando, o eso nos pretenden hacer creer, no encontramos acomodo en el Bajo Nalón entre la oferta y la demanda laboral del sector hostelero, encontrándose eventualmente anuncios que buscan cocineras o camareros para algunos establecimientos. Un fenómeno similar ocurre con la mano de obra agraria, para tareas de recolección fundamentalmente, ya que se contrata, mayoritariamente, personal procedente de otros países. Son relevos, estigmas y prejuicios intergeneracionales, que cíclicamente subyacen de nuevo.