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Los últimos druidas

Gracia en los Valles del Trubia

En recuerdo de un escritor polifacético y mordaz, de un buen amigo

Donde estaba Nacho siempre había la misma gracia que la de su apellido. Natural, afable, educado, espontáneo, conversador, amante de los libros y de las más alejadas culturas, fina ironía, retranca audaz y mordaz, cálamo valiente en su mano y un buen y polifacético escritor.

Visitó estos valles por última vez Ignacio Gracia Noriega en la primavera de 2012, para recorrer los chigres y bares con más renombre. Su visita estaba destinada a recoger material para sus "Territorios perdidos" que luego publicaba LA NUEVA ESPAÑA.

De aquella, la Taberna Narciso era la más afamada, y allí estuvimos durante un buen rato. Dialogaba con unos y con otros, tomaba apuntes y decía que "los chigres eran el corazón de la aldea". Y no le faltaba razón. Un núcleo rural sin bar es un pueblo muerto.

Siempre escribió con afecto de este cronista y por ello le estuve agradecido: "?la figura afrancesada y poética de Celso Peyroux, moviéndose por las calles con la naturalidad de un druida en el bosque?". Afecto mutuo el de dos hombres y un destino que, elegidos por el pueblo para narrar su historia, a ambos nos quisieron cercenar las plumas de palomas mensajeras con hoja de olivo en el pico. Nuestra jungla de papel incisiva y veraz resultaba peligrosa y causaba molestias a regidores y alcaldesas que se quedaron, tiempo después, con las nalgas al aire para su vergüenza y la de sus seguidores.

La gracia de Nacho, su "savoir faire" y su pluma fértil y calurosa tendrán siempre un lugar predilecto en estas tierras y "Bajo las nieblas de Asturias" en recuerdo del amigo perdido. Vale.

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