Las tareas que los niños traen a diario para casa desde el colegio se ha convertido en un tema de actualidad, y, parece, que sin solución a corto plazo.

Desde que en 2015 una madre española, Eva Bailén, comenzó a recoger firmas en contra de los deberes, ante la impotencia que decía sentir por ver cómo su hijo de diez años dedicaba unas tres horas diarias a hacer ejercicios en casa, consiguió popularizar el debate sobre los tiempos escolares. Su campaña change.org fue un éxito y consiguió 215.000 rúbricas.

La CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado) ha propuesto hacer un boicot a los deberes, esto, no ha gustado nada al sindicato de profesores ANPE. ¿El resultado? Muchos padres y madres se sienten perdidos y no saben cómo actuar ante la situación.

Ven los debates sobre el tema, leen blogs, hablan con otros padres y madres, con los profesores... Algunos saben que grandes educadores como Tonucci o César Bona se posicionan en contra de tareas escolares en casa, insistiendo en que la tarde tiene que ser un espacio de juego para los niños. Y muchos profesores, que en muchos casos también ejercen su paternidad y viven el problema desde los dos puntos vista, abogan por la necesidad del trabajo fuera del aula, justificado por la imposibilidad de cumplir los contenidos y objetivos que marca la LOMCE en algunas asignaturas únicamente con el trabajo en el aula, por lo que necesitan que sus alumnos trabajen sobre lo explicado cada día fuera del horario lectivo. No hay tiempo para más en los colegios.

Como espectador externo considero que lo más lógico sería una racionalización de los deberes, es decir, que a medida que los niños vayan a cursos más avanzados, el tiempo dedicado al trabajo fuera del colegio aumente, ya que es bueno que tengan un hábito de estudio en casa, eso, les servirá para ser personas responsables en el futuro, pero nunca dejándoles sin espacios para jugar, para estar con sus iguales, para que su mente haga un reseteo diario, y no se bloquee, porque, si se quedan sin infancia, nunca conseguirán ser felices.