Uno nunca está preparado para asimilar la falta de un amigo. Sabes que está dentro de la lógica, sabes que, conforme pasan los años, se termina convirtiendo en algo inevitable pero, aun así, no puedes aceptarlo, y no puedes remediar el impacto doloroso que una noticia de este tipo te produce.

Eso es lo que me ha pasado cuando, a mediodía del viernes 7, me enteré del fallecimiento de Audaz Corte Faya, un compañero de trabajo excelente, primero, y siempre y hasta la fecha, un amigo que contaba con mi mayor estimación y total confianza.

Tiempo y lugar habrá para escribir más sobre Audaz, pero ahora es el momento, infeliz, de lamentar su pérdida. Siempre me quedará el resquemor de pensar que, probablemente, no estuve a la altura de la amistad y la confianza que él siempre me brindó.

Una amistad sincera, sin altibajos, que comenzó cuando, en 1964, empecé a trabajar en los FF. CC. Económicos. Y una reflexión, amarga pero real; de los ferroviarios que estaban entonces en la estación de Nava ya sólo quedamos tres; Luis Álvarez González, Obdulio Álvarez González y el aquí firmante.

Audaz, compañero, amigo entrañable, descansa en paz.