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El Cogollu

El autobús de Nestlé

Juan Manuel Hevia Fisas acaba de iniciar su labor como párroco de Pola de Siero. Aunque el próximo año cumple los cincuenta, Hevia es uno de los sacerdotes jóvenes y preparados de la diócesis asturiana. Ha sido recibido con los brazos abiertos por sus feligreses polesos y ha dejado una cariñosa huella en Gijón tras su paso por la parroquia del Buen Pastor. Allí sustituyó al hoy obispo de Sigüenza, el cangués Atilano Rodríguez, cuando el templo parroquial del populoso barrio de El Llano se improvisaba en un sótano con escaleras. De allí ha salido Hevia para la Pola y además de una nueva iglesia parroquial, obra notable y muy querida del arquitecto José María Cabezudo, deja un verdadero testimonio de vida y un imborrable testimonio entre sus parroquianos. A Siero llega con una indiscutible vocación de servicio y, por lo que declarado y se le conoce, se mueve entre el valor y la alegría, la continuidad y la renovación.

Antes de coincidir en Gijón habíamos pisado las mismas aulas en el Colegio de la Asunción del Seminario y en la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo. Hevia Fisas, grande de alma, corazón y vida, era uno de los estudiantes de Villaviciosa que llegaban al Prau Picón en el autobús que fletaba Nestlé para hijos de empleados que desde la Villa se desplazaban a estudiar a colegios de Oviedo. Aquellas generaciones que compartían el autocar por las curvas de La Campa, en los primeros ochenta, mucho antes de que Antonio Masip desviase la autovía del Cantábrico hacia Villaviciosa, bien merecen un repaso ahora que algunos ya recogen frutos de su esfuerzo, su trabajo y su talento. Entre aquellos estudiantes estaba también el primo del párroco poleso y gaitero de prestigio, José Ángel Hevia, Enrique Bedriñana, Emilio Costales, Ernesto Alonso Seijas, Marino Vigón y otros más; y con ellos Manuel Pedrayes, de inolvidable recuerdo, amigos todos y condiscípulos de Enrique Canellada y Luis Criado, que refrescan mi memoria.

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