Cuando cruzo cada mañana el puente que atraviesa el Nalón para entrar a Pravia, o para salir por la tarde, veo unos cuantos reos cebarse con prudencia y tranquilidad, aguas abajo del mismo. Con sosiego y parsimonia, suben a ver qué les trae el río y comen con elegancia el insecto que lucha por remontar el vuelo. Hace unos años, ya hice referencia a esos peces, puede que fuesen los padres de los que ahora veo diariamente, pero por aquel entonces estaban aguas arriba del puente. Esta circunstancia demuestra que el río es un ser vivo, portador de otros seres que se adaptan a sus cambios, como es el caso de los reos, sujeto a complejas dinámicas que se traducen en transformaciones físicas y biológicas del medio y su moradores. Tengo la sensación de que los organismos competentes en la gestión del medio en muchas ocasiones viven ajenos a la realidad de las riberas fluviales. Sería mejor que les preguntasen por el cambio a los reos que antes estaban arriba y ahora abajo.