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Despacito y buena letra

Pacto por el progreso

Sobre la gobernabilidad de España y el cumplimiento de la ley

Estas palabras no son nuevas y seguro que han repicado en tus oídos hace algunas décadas, concretamente a mediados de los 70 e inicios de la Transición al firmar los llamados Acuerdos o Pactos de la Moncloa, hace ya más de cuarenta años. Eran los tiempos del diálogo, del consenso, de la búsqueda colectiva de una mejoría, de un bienestar y, especialmente, de una óptima convivencia entre todos, con sus dificultades, que las hubo, con sus tensiones, que las hubo, y con sus muertos, que, por desgracia, también hubo.

Pero eran tiempos en los que todas las fuerzas políticas evitaban la incomunicación, el aislamiento, el destierro, algo que desde principios de los años 2000 es una constante en la vida española. Así, recordemos el bochornoso pacto del Tinell, y el todos contra el PP y las consecuencias del mismo, y el bloqueo actual que atenta contra el más elemental sentido común en busca de un pírrico beneficio personal o de mera supervivencia política, sin medir las consecuencias nefastas que acarrea la situación para todos.

En tan poco tiempo, y a pesar de vivir una de las etapas más florecientes de la vida española, hemos pasado de la democracia orgánica a la democracia representativa, y últimamente ha tomado la palabra la llamada democracia participativa, aireada recientemente en la fallida investidura de agosto de don Mariano Rajoy por los políticos catalanes cuando la ley que nos hemos dotado entre todos no se ajusta a sus deseos y ambiciones.

Creo que ha llegado el momento de recordar la importancia de la Ley y de su obligado cumplimiento, y esto que es tan elemental para todo vecino, debe ser de mayor exigencia para todo responsable público, que si de algo debe blasonar es de vivir en un Estado de Derecho donde la ley es nuestra norma de convivencia básica.

Pero, últimamente, desde principios del siglo XXI y después de la mayoría absoluta del PP de Aznar, parece que todo vale para conseguir el poder.

Alarman las múltiples y reiteradas ocasiones en que los portavoces políticos hacen propuestas que se no se ajustan a la Ley, y es que en esa posible democracia participativa que propugnan y defienden lo que realmente importa es el poder, no la letra, pues ni notarios necesitan. Ante embestidas como éstas no viene mal recordar a Cicerón cuando nos aconsejaba "ser esclavos de la ley para poder vivir en libertad".

Ahora que tanto se cita y se elogia a Adolfo Suárez, sería bueno reactivar los pactos de progreso, los pactos de La Moncloa, para que la marca España coja el ritmo y la velocidad que todos deseamos.

En épocas de contaminación acústica, visual, ambiental y lingüística, ha llegado el momento de devolver a la palabra "progreso" su verdadero significado, y al hilo de esto yo me pregunto si habrá algo más progresista que garantizar el sustento de las familias, el futuro de los jóvenes y la protección de los mayores. Creo que no, pero para ello necesitamos un gobierno responsable con Ministerio de Defensa incluido, y esto hasta ayer, 29 de octubre, investidura de don Mariano Rajoy Brey, y después de diez meses, fue imposible.

Hace unas semanas, desde Cuba nos llegaba la noticia del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, y uno de sus dirigentes, don Rodrigo Landaño, alias "Timokenko", en el acuerdo suscrito en La Habana, dijo:" Las rivalidades y rencores deben quedar en el pasado. Hoy más que nunca lamentamos tanta muerte y dolor por la guerra? Se acabó la guerra, convivamos como hermanos y hermanas?". Idéntico compromiso hemos suscrito nosotros en las elecciones de 15 de junio de 1975, nuestras primeras elecciones después de la Guerra Civil. ¿Quién ha incumplido lo votado o quiere incumplirlo?

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