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Un médico y un jabalí

Nada más familiar que los jabalíes en esta comarca. Este animal tan popular que hasta invade las calles de Oviedo ha sido una constante referencia para quienes crecimos en la zona rural. Siempre ha sido una amenaza, pero ahora más que nunca se ha convertido en una plaga. Ya he contado en alguna ocasión los inicios en la caza con el tío abuelo José Antonio Crespo, Cacha. Muchos recuerdos están ilustrados por esos cerdos salvajes. No solo en el monte, también en la mesa. En el bar de El Llanu, Tere González siempre se distinguió por ser una artista con la caza en los fogones, como bien recuerdan cuadrillas de Cabranes, Nava o Villaviciosa.

De las salidas a cazar jabalí me ha quedado grabada una especialmente singular en Serín con mis amigos Aurelio y Sergio, hijos del doctor Aurelio Buelga. Don Aurelio, como todos le seguimos recordando, no sólo era vecino del piso de arriba en Nava y médico de cabecera de quienes teníamos la cartilla del seguro en el consultorio de Ceceda, sino que también venía a ser como "vicediós". Todo lo que sugería, en la salud y en la enfermedad, se respetaba. Aurelio Buelga, lavianés de Tolivia, no solo unió para siempre a cuatro de sus hijos a Nava, sino que forma parte de la nómina de médicos inolvidables por su entrega vocacional y su personalidad. Atendió a sus últimos pacientes en Pola de Siero tras pasar por Maternidad de Oviedo y el Hospital del Valle del Nalón. Su gran corazón se agotó pronto. Falleció en 1990. Tenía 57 años.

En aquel recordado viaje a Serín, don Aurelio se reunía con varios colegas de la medicina para la caza. Los pequeños nos situamos detrás de los doctores armados. Al fondo de la finca se colocó un cajón, en cuyo interior se encontraba un jabalí anestesiado con artes de galeno. Al abrir la portezuela el animal salió desorientado, dio unos pasos tembaleantes, miró al horizonte y, de inmediato, cayó fulminado por una sucesión de disparos. Ahí se acabó la persecución del salvaje animal. Después llegó el almuerzo amistoso, de poco interés para los pequeños, pero reconfortante, grato y copioso para los adultos. No he vuelto nunca a una cacería así.

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