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Despacito y buena letra

Misión cumplida

Un homenaje a Casimiro Baragaña Vallina, un pintor, un artista

Según pasan los años uno reflexiona, abandona las sirenas y espejismos del pasado, marca prioridades, hace balance y recuerda que entre sus muchas fantasías de adolescente de ser futbolista, torero, tratante, indiano, ingeniero, banquero o chigrero, de pronto, emerge una que domina, que le da luz, color, que le marca el camino y le indica que aquello que le gusta y que se le da bien puede ser el germen de su futura profesión.

Y esto, que ha ocurrido en multitud de casos y en diferentes campos de la vida, le pasó también a Don Casimiro Baragaña Vallina, que al descubrir en su tierna infancia que le gustaba dibujar y que lo hacía bien, como ratificaban maestros y compañeros, hizo de la pintura su profesión. Así ejerció durante toda su larga vida, a la espera de que la inspiración alumbre, brote, pero siempre con el pincel en la mano, caballete dispuesto y los colores al pie. Una vez descubierta la vocación no hubo descanso para el artista, que ansiaba la perfección y quería ser digno padre de sus criaturas aunque para ello tuviera que viajar, ver, observar, descubrir, estudiar, padecer y penar, pues de todo esto se abastece el proceso creador. Y sólo de cuando en cuando exponer, siempre que la calidad lo autorice y se ajuste a sus postulados estéticos. De ahí esa navegación solitaria, constante y serena que Casimiro emprendió y mantuvo a lo largo de su vida, siendo él el único timonel, el que marcaba sus tiempos, ya que entre sus prioridades estaba ser fiel a sí mismo. No quería depender en exceso de circuitos comerciales, donde no siempre la estética y la venta van de la mano.

El pasado 15 de noviembre la prensa comunicaba la muerte de Don Casimiro Baragaña, Hijo Predilecto de Siero, y debajo de su nombre, con letra destacada, su profesión (artista, pintor) y su lugar de residencia: la Residencia Nuestra Señora de Covadonga de Pola de Siero, donde una vez más las Hermanitas de Santa Teresa de Jesús Jornet han dado prueba de su profesionalidad y de su apostolado de la doble orilla, o paso de la vida a la muerte. Estos datos, por sabidos, no dejan de ser importantes, y es que si Pola le ayudó a ser artista, le motivó, le distinguió y le nombró Hijo Predilecto en 1998, también le supo despedir con la dignidad que merecía, con las bellas y sentidas palabras del párroco que nos habló de luces, de estelas y del deseo que las pinturas murales de Casimiro nos enseñen a "ver" como a Bartimeo; con notas solemnes de órgano y cantos, con el llanto dolorido de sus pinturas y, especialmente, con el afecto de sus amigos y vecinos presentes.

Son muchos los motivos que tenemos los vecinos de Pola para darte gracias, Casimiro. Primero, por tu amor a la Pola y a sus gentes y por haber convertido esta villa en un museo donde podemos disfrutar de tu pintura con sólo acudir a la iglesia de San Pedro o al propio Ayuntamiento para apreciar tu evolución artística y descubrir los múltiples símbolos que pueblan tu pintura. También por tu manera de ser, por ese vivir y dejar vivir que siempre te ha caracterizado, propia de esas personas sencillas, prudentes y agradecidas, y especialmente por haber sido fiel a tu vocación, a pesar de las dificultades e inseguridades que entraña toda trayectoria artística y que lleva a muchos a claudicar en busca del éxito fácil. Dice el crítico y estudioso Don Evaristo Arce que "?esa tendencia innata hacia la perfección y el conocimiento han hecho de Casimiro un artista entero, un estudioso del arte que nunca perdió la curiosidad ni la ilusión y que ha estado permanente abierto a todo lo nuevo...". Palabras muy justas y oportunas que ennoblecen trayectorias como la tuya, que es todo un referente en esta sociedad de charol que ansía que el éxito se haga realidad con sólo desearlo, como si los objetivos se lograrán sin esfuerzo. Misión cumplida, Casimiro, de profesión artista, pintor, a tiempo completo, para goce y deleite de todos nosotros. Muchas gracias también por las charlas y conversaciones mantenidas, por compartir mesa y sobremesa, por tus colaboraciones siempre prontas y oportunas y por tu entrega desinteresada para que el premio de pintura que lleva tu nombre y prestigia a Siero esté al nivel que la pintura exige, ya en su duodécima edición. Esto se ha conseguido hasta ahora, en mucho o en casi todo, gracias a ti.

Son muchas las semejanzas que existen entre las pinturas murales de San Pedro de Pola de Siero y San Pedro de Mestas de Con: color, temática, estilización de los personajes, ángeles encuadrando o presidiendo la escena, pero sí hay una diferencia temática importante y es que sólo el San Pedro de Pola tiene en su mano la llave del cielo. El porqué todos lo suponemos y avala cuanto he dicho, y es que Casimiro tenía su "cielo" en la Pola, entre nosotros, en su estudio. ¡Descansa en paz!

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