Hace no muchos años en el Bajo Nalón había una serie de pequeñas empresas frutícolas, dedicadas básicamente al kiwi que empezaban a apuntar maneras. Hoy en día podemos hablar de medianas, y grandes si me apuran, empresas que se han profesionalizado, crecido y diversificado. En el oasis frutícola de las vegas del bajo Narcea-Nalón la agricultura torea los cuernos con los que la crisis del medio rural embiste a los y las valientes, que pretenden vivir de la tierra. El monocultivo ganadero regional pasa de largo por aquí, consciente de que el verde es el color de la esperanza, sobre todo a partir de la segunda quincena del impersonal mes de noviembre cuando los kiwis salen en tráileres a triunfar en los mercados nacionales y extranjeros. El verano empieza a teñirse con los frutos rojos, que reposan las estaciones más frías. Bonita, cromática y épica sinfonía frutícola para ver declinar el año.