El socialista Emilio Ballesteros Castro, alcalde de Nava, lanzó el proyecto de un museo de la sidra allá por los años ochenta del siglo pasado. Han transcurrido más de tres décadas de aquellas ideas que llegaron de la mano de Jesús Arango, consejero de Agricultura, y del entonces presidente Pedro de Silva. "Este año la sidra está muy buena", se decía en una campaña promocional con una escultural modelo catalana. Como en otros diseños regionales, Arango y Silva, pregoneros ambos en el Festival de Nava, perfilaron lo que iba a ser el mercado y el porvenir de la bebida regional. El ingeniero Miguel Hevia y el economista Fermín Sastre conocen detalles de aquellos planes de modernización, de introducir sidra en los restaurantes de lujo, de etiquetas. Algunas de aquellas ideas son realidades hoy. Otras han quedado por el camino. "Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse", se puede decir ahora con el aforismo de Yourcenar al echar la vista atrás.
El Museo de la Sidra es una realidad que ha marcado la comarca desde su inauguración. Se merece un definitivo proceso de consolidación y no será fácil que se consiga solo con voluntariosas iniciativas vecinales como la que se celebró anoche en el lagar de Lolina. La estabilidad del museo en Nava espera una decisión pública, profesional y empresarial, que fije un punto de no retorno.
Al preguntar quién era el artista de la iniciativa en favor del Museo de la Sidra, me explicaron que se trataba de Maxi Gutíez, un sobrino de "Chumbo". Entonces recordé a Martín Francisco Seguí, "Chumbo", todo un personaje de Nava con sangre de Pandenes, que murió en accidente de tráfico. Minero, correoso futbolista y entusiasta esposo de Emilse Carneado, la maestra de Camoca que conoció en Ceceda. Su recuerdo me llevó a años juveniles y comprendí que para conocer el mérito de los nuevos tiempos es necesario conservar la memoria, aunque leve e imperfecta.
