Ha comenzado a subir, despacio pero sin pausa, la savia por los troncos de los árboles hasta la enramada para, con el milagro de la primavera, ofrecernos hojas nuevas, frutos y sombra. Es la savia buena -como la sangre que busca regresar al corazón del hombre- la que asciende llena de ilusión, esperanza y portadora de las mejores intenciones para poder sobrevivir en este pícaro y desorientado mundo en el que vivimos, a veces sin vivir en nosotros mismos: paz, amor, libertad, tolerancia, respeto y una autocrítica permanente para saber dónde estamos, quiénes somos y qué hacemos aquí. Dicen que al final de la estancia en el país de la vida nos examinarán de amor para que Pedro, el pescador, nos deje pasar al limbo de los justos. Será verdad. Pero lo cierto es que no es necesario esperar a que llegue el otoño para hacer de la vida un sueño. El sueño de todos. Buenas querencias y savia limpia, buena y sabia para juntos, al igual que los seres animados de las frondas, construir el bosque mágico donde poder vivir todos en armonía. ¡Feliz año nuevo!