Veo a diario los perros abandonados que recoge el Ayuntamiento de Pravia para trasladarlos a sus instalaciones como paso previo a su recogida por parte de una sociedad protectora que los sanea y se hace cargo de ellos. Me complace ver el trato dispensado por los trabajadores municipales, que cuidan a los canes durante su corta estancia en Pravia, siempre atentos a los animales y facilitándoles las atenciones merecidas. Les dan comida, les cambian el agua y limpian el entorno; pero les dan algo que los perros no esperaban y que agradecen más que nada. Los operarios les ofrecen su afecto, correspondiendo los animales abandonados con movimientos de rabo y aullidos, que denotan alegría y sorpresa. Un día compartí con ellos ese momento y contemplé en los ojos del perro repudiado una felicidad justa e inesperada, mientras que el operario lucía una sonrisa que iba más allá del mero cumplimiento de una obligación. Diligencia y aullidos sinceros.