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Despacito y buena letra

Preocupaciones esenciales y existenciales

El temor por la supervivencia de los servicios del Estado del bienestar pese a la anunciada recuperación

No sé por qué, mientras las campanas de San Pedro de Pola repican enfervorecidas, al estilo Quasimodo, para anunciarnos con sus tañidos que Asturias el pasado año había recuperado 10.000 empleos, mi ánimo estaba bajo, encogido -quizás el frío, las heladas, locales céntricos cerrados, pobres a la puerta de las tiendas...- y afortunadamente reconozco que no tengo motivo para ello, pues la salud me respeta, el salario me llega y el amor me ampara, pero apenas alzo la vista, observo, escucho, leo, vislumbro e incluso palpo una cierta desolación, que provoca estas letras.

Quizás el causante sea el paso de los años, que nos coge indefensos ante un frío que nos hace tiritar e incluso castañetear los dientes. Y más aún al saber que el recibo de la luz sigue su escala ascendente, recorta nuestro salario y nos obliga a priorizar, pues para todo no nos llega. Y es esta situación la que me evoca otras épocas que yo daba ya por resueltas, y es que hasta ahora, en esta sociedad del aplauso y la mentira, uno pensaba cándidamente que pagando sus impuestos tenía garantizado el viaje a la vejez y el paso a la otra orilla sin el menor contratiempo. Pero nuevamente la vida me ha demostrado que es imprevisible, variada, que la realidad va por un camino y la mentira por otro... y que, como siempre, la culpa es del chachachá, o sea, del dinero, que no quiere reproducirse, que no alcanza para todo. Que hay menos capacidad de gasto, que si tomamos el vino por la mañana, por la tarde a pasear, y si hace frío uno se queda sin plan, pues ni encender la televisión puede. ¿Se acuerda alguien de la anciana de Reus que falleció en el incendio de su vivienda? Unos días de plañideras en la prensa y después el silencio.

A 31 de diciembre de 2015 la deuda tarifaria que tenía el Estado español con las compañías eléctricas ascendía a 25.056,5 millones de euros, y como lo que se debe se paga... Los paganos, los de siempre, el sufrido pueblo español. ¿Por qué se ha producido este desfase? ¿Alguien ha pedido explicaciones y responsabilidades por tales hechos? Lo desconozco, sólo sé que algunos ejecutivos de compañías eléctricas tuvieron en su día responsabilidades de gobierno. Era la época de las puertas giratorias, algo que parece que ahora está prohibido o, al menos, limitado.

Eran otras las épocas en que nuestros abuelos sisaban algo del salario para protegerse en la vejez. Ahorraban en todo, hasta en lo necesario: con una cucharada de azúcar y pequeña para el café basta. Chaqueta, la de siempre, y el abrigo, el de la boda de su hijo. Camisa, una para diario y la otra para el domingo, día del Señor, y vino, el de barrica; el de Campoviejo, para las grandes ocasiones. Y vacaciones, a la playa de Gijón, a San Lorenzo, y con la fiambrera. Todo para que la cuenta corriente aumentase, que era la garantía de su vejez, en previsión de achaques, dolencias, operaciones, fármacos...

Esa filosofía del ahorro, del "tanto tienes, tanto vales", uno la consideraba anticuada e innecesaria, pues con la Seguridad Social y el incipiente Estado del bienestar nos bastaba. Nosotros a trabajar y pagar impuestos, que ahorre "Ruton"; pero una vez más se repite la historia. Si no hace mucho fueron los desahucios, ahora la luz y el gasto sanitario. Y es que, a pesar de que el Principado de Asturias dedica el 40% de su presupuesto a gasto sanitario -las multitudes que recorren a diario la sala de Consultas Externas del HUCA apabullan, asustan, dan la impresión de ser los extras de una película de abultado presupuesto en pleno rodaje-, las listas de espera no disminuyen con la rapidez necesaria, incluso en temas serios. Hace unos días le llegó a un amigo una notificación del Insalud donde le decía que, por problemas de reestructuración del servicio, la consulta concedida para el mes de abril se trasladaba a septiembre...

El hecho habla por sí solo y me da pie a plantearme la siguiente reflexión. Nunca he puesto pegas al pago de impuestos, siempre los he considerado necesarios y agradezco pagar y no tener que hacer uso de los mismos, pero ahora me entra la alarma. Si estoy enfermo, si mis dolores son persistentes y no puedo acudir al especialista, si no tengo dinero, ¿qué hago? ¿Tendría razón mi abuelo y debería ser más cuidadoso con mis gastos?

Estos últimos días, fríos y opacos, a pesar del repique victorioso de las campanas de San Pedro, me han entristecido el alma, me han devuelto a la esencia de las cosas y me han recordado aquellas palabras de los clásicos que dicen: "La vejez es el invierno de la vida, donde toda incomodidad tiene asiento".

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