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Mil palabras para una imagen

Prohibido fijar carteles

Sobre las contradicciones en las que solemos incurrir, que no tienen por qué ser malas

Hace tiempo que soy fan del cartel que sale en la foto que acompaña este texto. De los carteles, en realidad, porque, aunque en esta imagen aparece uno, en realidad hay cuatro pegados en dos de las paredes del edificio, que está situado junto a la estación de autobuses de la Pola. Cada vez que paso por allí y los veo me pongo de buen humor. Es una pared en la que la prohibición de fijar carteles aparece escrita en cuatro carteles fijados en la pared.

Ya he hablado en otra ocasión del asunto porque me gusta mucho lo que transmite: que todos incurrimos en contradicciones y que esas contradicciones, lejos de ser malas, pueden, muchas veces, ser productivas.

En otras paredes, pintadas o encaladas, rotular la prohibición parece lo más lógico. En esta no. Es de mosaico, y un rótulo quedaría bastante chapucero. Entonces, ponerlo en un cartel es lo más práctico. Aunque sea contradictorio. Pero somos humanos. Un ente neutro en el que no cupieran las contradicciones quitaría los carteles al ver la prohibición, y entonces el remedio sería peor que la enfermedad porque ya se podrían fijar carteles. Los humanos podemos permitirnos ser contradictorios sin problema.

Supongo que todos deberíamos pensar en estas cosas para comprender mejor al prójimo. En nuestro mundo hay obreros de ultraderecha, terratenientes de izquierdas, colectivos pro-vida que atentan contra médicos abortistas, gente que bombardea pueblos para liberarlos, que fabrica armas para garantizar la paz, y así sucesivamente.

No está de más darse cuenta de que, no se sabe si por la complejidad de nuestra inteligencia o por el sencillo poder de nuestra estupidez, hemos hecho del mundo un lugar mucho más complicado de lo que debería ser.

No me resisto a traer a colación otra vez una de mis citas favoritas del Génesis: "Creced y multiplicaos, henchid la tierra, sometedla, y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto nace y muere sobre la tierra".

Este mandato bíblico es una gloriosa carta blanca que hemos asumido de modo casi literal. El problema es que, a medida que hemos ido sometiendo -dentro de nuestras modestas limitaciones- a la Madre Naturaleza, nos hemos ido complicando la vida de forma proporcional. Y en el mundo actual se da la mayor de las contradicciones: de tan inteligentes y sofisticados nos estamos volviendo cada vez más tontos. Cualquiera que tenga un amigo en el servicio de Urgencias de un hospital sabe cuánta gente pasa por allí víctima de algún contratiempo provocado por la pura tontuna.

Somos contradictorios y nunca dejaremos de serlo. Pero el problema no es la contradicción. El problema está, creo yo, en que hay demasiada gente que cree que todo son certezas, que existe una única, rotunda e incontestable verdad que, curiosamente, coincide exactamente con lo que ellos piensan.

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