En este rinconín de Villaviciosa, cuando se celebra algo, no viene la televisión ni la radio, solamente queda el bloc del cronista escrito para anotar las novedades que han pasado este domingo, al bendecir las campanas de la iglesia. Porque aquí, en Caés-Sariego, hacía más de cuarenta años que no pisaba un obispo, por eso la expectación de la gente era grande.

Patricia Martínez, la corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA, ya dio buena cuenta del hecho en las páginas del lunes. Yo, como cura del pueblo, aporto aquí una visión más personal. Estas son las anotaciones de mi bloc, una pieza de museo.

-Doce y media de la mañana. Acabo de decir misa en Careñes y cuando llego a preparar todo lo necesario para celebrar la eucaristía, el coro de Lastres está dando un recital de música, y la iglesia completamente llena de gente.

-Entro y alzo mis ojos al artesonado de la iglesia de Santa María de Caés, que está impecable, y pienso en el arquitecto que la construyó en el del siglo XI, que sería feliz si pudiera ver que su obra está viva, y que la gente sigue viniendo a rezar como antaño.

-En su sitio están los cuatro paisanos del pueblo que sacarán a la Virgen en la procesión, Ginés, Luis, Nicolás y Roberto, que han venido vestidos de traje y corbata para la ocasión. Y lo mejor es que hasta el Arzobispo, don Jesús, se da cuenta y me lo dice.

-La iglesia está muy limpia porque cinco mujeres del pueblo, Viti, Eva, Rosa, Aida y Maite, se pasaron toda una tarde limpiando bancos, fregando el suelo, poniendo todo en orden. Con nosotros están ciento ochenta personas.

-Veo al alcalde de Villaviciosa, Alejandro Vega, con su mujer y sus dos hijos. También él se ha acercado para esta bendición de las campanas y para compartir esta pequeña fiesta con la gente de este pueblín.

-A la una comienza la Santa Misa. Suena en el aire "Con flores a María", que canta el coro San Roque de Lastres.

-A continuación tiene lugar la bendición de las campanas y la cruz procesional, que un paisano de Grases ha regalado para la ocasión.

-El Arzobispo, después de la bendición de las campanas, entra en la iglesia, que no huele a sala triunfal, sino a casa de oración, recogido, concentrado, a pie, con una sencilla casulla blanca y un báculo como bandera de paz.

-El báculo que porta es el que quiso Pablo VI que llevaran los obispos. Una sencilla cruz con un crucificado con las manos abiertas a todos.

-La misa ha comenzado. Y el coro de Lastres se lanza con la misa de Perosi. Esas voces recias, marineras, potentes, encienden el corazón de los asistentes. "Aquí hace más de cuarenta años que no pisa un Arzobispo, esto es un acontecimiento", oigo a alguien detrás de mí.

-El altar blanco, cuadrado, es como una expresión de sencillez. En la liturgia de la Palabra, este domingo repite con sencillez, que gracias a la predicación de Felipe, "la ciudad que se llenó de alegría", todo eso pasó en Antioquía, y hoy me parece que está pasando aquí.

-Cantamos el "Gloria" en latín todos juntos, acompañando estas voces de marineros apasionados.

-En la homilía la voz del Arzobispo rueda con poesía por los altavoces prestados para la ocasión. Nos cuenta una pequeña historia. Y es que su madre murió joven, a los cuarenta años, que él sabe lo que es ser huérfano. Y recoge esta idea para decirnos que nosotros no somos huérfanos de Dios, que Jesús ha querido ser amigo, que el Espíritu está con nosotros y que la Iglesia es esa comunidad para que nadie se sienta solo, sino acompañado y querido.

-Después de la consagración, los dos chavales de gaita y tambor, Álvaro y María, tocan el "Asturias patria querida", y mucha gente se emociona.

-En la comunión este coro, con sus voces bien timbradas, nos envuelve con su música y canta "Cerca de ti Señor". Dentro la gente esta recogida y en silencio, fuera se oyen los gritos y las risas de niños pequeños que no han podido entrar en la iglesia.

-La misa ha terminado. Todos estamos de pie preparados para la procesión.

-A la una cuarenta y cinco comienza la procesión con la Virgen Inmaculada alrededor de la iglesia. Ahí están Ginés, Luis, Nicolás y Roberto con las andas preparados para salir. Van en primer lugar la cruz y los ciriales, luego "el ramu" de la subasta, detrás la Virgen, el Arzobispo, los sacerdotes y todo el pueblo, mientras suenan las campanas y el gaitero toca "Aires de Asturias".

-A las dos y veinte comienza la "puya l ramu", donde había empanadas, sidra, pastas, botellas de vino para subastar. Este año la subasta llegó a los ochocientos euros, algo increíble, para un pueblo de 40 vecinos. Pero esa ayuda es la base para las fiestas del año que viene.

-A las tres de la tarde aperitivo en casa de Ginés, con su familia y sus amigos. Allí habría unas cuarenta personas. En las mesas, empanadas, aceitunas, tortillas, pinchos salados y dulces, cerveza, vino y sidra fresca. Y también un pequeño concierto del Coro de Lastres con canciones asturianas, como aquella de "Córtame un ramiquín verde".

-A las tres treinta se va el Arzobispo, también los que le acompañan. Y hay en los alrededores de la casa de Ginés un poco de revuelo, ese revuelo que, en los teatros, precede al levantamiento del telón para dar comienzo al acto cuarto, el desenlace.

Reproducir el desenlace sería muy largo. Pero el mejor resumen sería responder a la pregunta: "¿Qué hacían los curas del siglo XXI con la gente de los pueblos? Algo tajante y sencillo: "estar con ellos y quererlos".