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Fernando Delgado

Sabiduría y dedicación

Un merecido reconocimiento

Existen muchos sabios que viven encerrados en sus almenas culturales sin apenas contacto con el mundo real y también hay otros ilustrados eruditos que compaginan su sabiduría con su implicación personal en ayudar y servir a los demás. El sacerdote Agustín Hevia Ballina, nombrado recientemente Hijo Predilecto de Villaviciosa con la unanimidad de todos los grupos políticos representados en su Corporación municipal, pertenece, sin duda, a este segundo grupo.

Conocí a Agustín Hevia a finales de la década de los setenta del siglo pasado, cuando convergíamos para cursar INTERCOU en el Seminario Metropolitano de Oviedo un grupo de heterogéneos estudiantes de BUP procedentes de los colegios ovetenses de los Dominicos, Las Dominicas, el Hispania y del propio Seminario.

Don Agustín nos daba clases de latín y griego, en horario vespertino, a aquellos raros y peculiares estudiantes que habíamos elegido la opción de letras puras. Fue curioso que para aquella generación, que procedíamos de las separadas, entonces por un muro, escuelas de niños y niños de la EGB, nuestra primera experiencia de educación mixta, tras el BUP, tuviera lugar en el Seminario Metropolitano de Oviedo. En aquel tiempo UCD había ganado las primeras elecciones democráticas y los goles de Mario Alberto Kempes habían catapultado a la selección argentina a convertirse en campeona del Mundial 78 en el que España fue apeada al fallar Cardeñosa aquella clara ocasión de gol ante Brasil. En los diales de la radio se escuchaba a todas horas la "Fiesta" de Rafaela Carrá y el "Linda" de Miguel Bosé antes de que Boney M arrasase en las pistas de baile de todas las discotecas.

Las clases de latín con Don Agustín comenzaban a primera hora de la tarde y después de ascender, tras la comida, las empinadas y numerosas escaleras de acceso al Seminario, el sol de primavera no invitaba a meternos en el aula para aprender latín. Sin embargo, los didácticos métodos aplicados por Agustín hacían que sus clases fueran entretenidas y no cayéramos en la tentación de "pirar" con el fin de escucharle sus pasionales narraciones de las epopeyas de la Iliada y la Odisea de Homero. Antes del comienzo era costumbre que algunos alumnos copiasen las traducciones de otros en la plaza exterior no vaya a ser que preguntase en clase.

Años más tarde, a mediados de los ochenta, volví a coincidir con Don Agustín en el "mayáu de les capilles" al compartir con él una común pasión: el Monsacro. En 1985, ejerciendo Manuel Fernández de la Cera como Consejero de Cultura del Gobierno regional que presidía Pedro de Silva, Agustín Hevia le persuadió y convenció para que invirtiera en la restauración de las capillas que amenazaban estado de ruina. En la rectangular de La Magdalena "miriaban" las vacas que se refugiaban dentro para protegerse del sol y se acumulaba el estiércol de decenas de años. En la de Santiago, de planta octogonal, donde estuvieron depositadas las Santas Reliquias que fueron trasladadas por Alfonso II El Casto a la Cámara Santa de la catedral de Oviedo a principios del siglo IX, entraba el agua y llovía dentro. En 1986, se inauguró oficialmente la restauración de ambos monumentos gracias, entre otros, a Don Agustín Hevia con la asistencia del Arzobispo Gabino Díaz Merchán.

Posteriormente, en los años noventa le convencí para llevarle de pregonero a las fiestas de La Probe en La Foz de Morcín la noche de un viernes de septiembre con el fin de que exaltase la historia del Monsacro en la plazoleta del Lugar de Arriba mientras mis convecinos cenaban pollo al ajillo.

Cuando el pasado fin de semana se le hizo entrega en el abarrotado Teatro Riera del merecido reconocimiento como Hijo Predilecto de Villaviciosa y se narraron públicamente sus méritos, un nervioso Agustín afirmó, tras sorber un vaso de agua, haberse confundido de sala ya que su modestia y humildad no entendían que fuera merecedor de tantos halagos y pensaba que estaban hablado de otro Agustín Hevia distinto al que el mismo conocía. Aquel niño nacido en Lugás en 1938, que se había escapado de la escuela en su primer día de clase en 1942 y que tras ir a buscarlo un compañero su maestra le dijo "siéntese ahí y no se mueva", fue tan obediente el resto de su vida que ha cultivado su pasión por los libros de un modo ejemplar. Nunca más volvió a perder una clase. Su primer viaje en taxi en 1951, con otros compañeros y familiares, cuando les llevaron al seminario menor de Covadonga fue el comienzo de una trayectoria vocacional dedicada al estudio, a la investigación y a su implicación en la mejora del patrimonio de sus parroquias y en la ayuda y servicio hacia sus parroquianos.

Este canónigo archivero de la catedral de Oviedo, párroco de Camoca, Lugás y Valdebárcena, director del Archivo Histórico Diocesano, capellán de las carmelitas descalzas, presidente de la Asociación de Archiveros Diocesanos de España, subdirector del Museo Diocesano de la Iglesia, secretario de la Comisión Diocesana del Patrimonio Cultural de la Iglesia, colaborador habitual de LA NUEVA ESPAÑA, integrante de la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo de Asturias, miembro de número del Real Instituto de Estudios Asturianos, es sobre todo un paisano sabio y cercano, un excepcional y humilde ser humano.

La pasión de servir de Agustín Hevia es un ejemplo a seguir por su humilde sabiduría y gran dedicación hacía los demás. Después del reconocimiento público de Villaviciosa deberás recoger el 23 de julio en la cima de la montaña sagrada de Morcín el honorífico título de primer Hijo Predilecto del Monsacro. Allí nos veremos.

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