ADN es el acrónimo de "ácido desoxirribonucleico", sustancia ácida presente en los núcleos de las células que contiene los recursos necesarios que determinan las características biológicas de los individuos. A la vez, el ADN porta las claves, instrucciones o programación para que las células realicen sus funciones y los organismos crezcan y se desarrollen.

Aunque resulta escasamente difundido, los ácidos nucleicos fueron aislados por el bioquímico alemán Johann Friedrich Miescher en la década de los sesenta del siglo XIX. Posteriormente, en los cincuenta del siglo XX, James Watson, Francis Crick, Maurice Wilkins y la gran desconocida, tal vez por su muerte prematura en 1958, Rosalind Elsie Franklin descubrieron su estructura mediante la técnica de difracción de rayos X. Estas aportaciones resultaron cruciales para el conocimiento de la base molecular de la herencia.

Después de un largo proceso investigador, las analíticas de ADN, como apunté anteriormente, son determinantes para conocer la herencia genética, poniendo de manifiesto el riesgo de padecer determinadas enfermedades.

Como es lógico, la definición de los perfiles de ADN también permite que los trabajos de criminología sean precisos, que los forenses tengan una herramienta incontestable e, incluso, que la paternidad no sea una cuestión de fe.

A la par, estas analíticas nos están posibilitando conocer nuestra historia genética. Un ejemplo cercano es el que se deriva de los excelentes trabajos, coordinados por mi compañero, el doctor De la Rasilla, en la cueva de El Sidrón ( Piloña): por primera vez se aislaron genes nucleares en poblaciones no "sapiens" ( los genes nucleares proceden del padre y la madre y son más completos que los mitocondriales, que provienen exclusivamente de la madre), permitiendo determinar, por ejemplo, el color de la piel y el pelo (roxio). También se detectó el gen del gusto amargo o, incluso, en un individuo la mutación del gen FOXP2, responsable de la base neuronal del habla.

Claramente, los investigadores están intentando acorralar enfermedades que hace unas décadas eran sinónimo de defunción. En esa carrera, la financiación es clave para seguir profundizando en aras de un abaratamiento de los procesos (hoy por hoy, una secuenciación completa del genoma y su almacenamiento está entre 5.000 y 1.000 euros).

La "medicina ultra personalizada" todavía tardará unos años en llegar. Si las cosas se hacen bien, los niños de un futuro cercano deberían salir del hospital maternal con su "carnet virtual" de ADN.

En fin, todo fue una excusa para hablar sobre el desprecio con el que nuestra sociedad trata a la ciencia en general. Nuestros investigadores están mal considerados, mal pagados, humillados -si se tiene en cuenta el rol social que juegan-, desmoralizados pero motivados: la vocación puede con todo.

Fíu, estudia, lábrate un porvenir. ¡Jodeeer!